Tuve la oportunidad de ver la entrevista realizada por Alondra Santiago (de ingobernables.ec) a Luis Eduardo Vivanco, en su programa Primera cita. Extendida entrevista, de aquellas que, debido a las múltiples ocupaciones de la vida diaria, pocas veces uno encuentra tiempo para verlas completas.

Comienzo por felicitar a entrevistadora y entrevistado, porque las más de dos horas del programa se pasaron volando, debido a la naturalidad e informalidad del intercambio y a la buena vibra de ambos.

Día Internacional de la Democracia: solo un 37 % de ecuatorianos apoyan este sistema de gobierno

Dicho esto, debo reconocer que he pensado mucho antes de escribir esta columna porque con el paso de los años las ideas se asientan, las pasiones se aquietan y los impulsos “irresponsables” son cada vez más escasos. La cordura, el largo plazo, la madurez hacen su trabajo y amansan ese vendaval de justicia que corre por las venas de todos aquellos que defendemos esa, cada vez más utópica, forma de convivencia llamada democracia.

Sin embargo, al final, es precisamente la referida entrevista la que me ha empujado a hacerlo.

El país del (des)encuentro

Dicho esto, es preciso advertir que no es mi intención refrendar ni condenar el trabajo investigativo de La Posta, fundamentalmente porque no me corresponde, pues es la ciudadanía la que decide leer sus noticias, seguir sus programas y sus redes, o no hacerlo; y con ello, validarlos o no.

Comienzo por felicitar a entrevistadora y entrevistado, porque las más de dos horas del programa se pasaron volando...

Precisamente, ese es uno de los derechos fundamentales que tenemos en democracia: poder decidir a quién creer y a quién no; con quién informarme y con quién no. Derecho que no tienen quienes viven en un régimen totalitario como Cuba o Corea del Norte (por citar unos ejemplos), en los que únicamente existe la versión oficial de lo que ocurre en el país y el mundo; versión diseñada y difundida por el poder supremo, para mantener el control de los corazones y mentes del pueblo sometido.

Incertidumbre

En cuanto a los políticos, los gobiernos y todos aquellos que tienen exposición pública, es el tiempo el implacable juez que pone a cada quien en el lugar de la historia que le corresponde.

Dicho esto, me pregunto:

¿En qué momento nos convertimos en una sociedad del silencio, en la que tememos decir lo que pensamos por miedo a ser estigmatizados como aliados o golpistas?

¿Por miedo a que regrese el “cuco”?

¿En un país de blanco o negro, de verdes o azules, de “gente de bien” o “narcocorreístas”?

¿En qué momento decidimos que todo es tolerable, con tal de que no gobierne el uno o el otro?

¿Que investigar es golpismo?

¿Que robar está mal, salvo que el ladrón sea de los míos?

¿Que no hay gris ni celeste ni violeta ni rojo ni amarillo; solo blanco o negro? ¿Que estás conmigo o estás contra mí?

Y mientras nuestras élites (y quienes aspiran a formar parte de ella) juegan a héroes en los chats de WhatsApp y los dueños de la intelectualidad capitalina se autoproclaman generales de la decencia de Twitter, el país se desangra y sus signos vitales cada día se van perdiendo.

¿Qué te pasa, Ecuador?

¿En qué te has convertido?

Ojalá las futuras generaciones se hagan cargo. (O)