Algo que sucede cuando entras en un estado de contemplación frente a una obra de arte, un golpe súbito que detiene el tiempo y desmonta las embestidas arrebatadas del lenguaje y el pensamiento. Es el estado antagónico de la selfi, en lugar de capturar el momento, se le da rienda suelta y se le deja invadir sin reglas y sin filtros.

No pasa siempre, no pasa con cada obra, solo acontece, pero para que suceda hay que ir a buscarlo. Hay que ir donde el arte está y exponerse sin escudos.

El arte, en todas sus formas, es un lenguaje universal que nos conecta con la condición humana. Permite desarrollar la sensibilidad y los sentidos percibiendo la vida con más profundidad, permite que las personas, especialmente los niños, se vuelvan más empáticos, desarrollen el pensamiento crítico y mejoren su comunicación.

Sin embargo, su acceso no siempre es equitativo y las experiencias tradicionales, como las visitas a museos, pueden resultar intimidantes o lejanas o también poco accesibles en términos de costos, si hablamos de visitar obras que reposan en ciudades como Florencia, Roma o París.

Por otro lado, me pregunto ¿resultará el arte en sus representaciones como la escultura y la pintura un estímulo en los territorios del paradigma digital?

Pongo este tema sobre la mesa, porque esta semana me llevé una grata sorpresa, estando en la ciudad de Quito visité la exposición Miguel Ángel vivo, real + inmersivo, desarrollada por el mismo equipo que montó la muestra Van Gogh vivo en nuestro país. Recurriendo a un formato similar, entretejiendo obras, narrativas y recursos tradicionales con experiencias inmersivas, tecnología e inteligencia artificial, se logra crear un inspirador recorrido de una hora y media en la que se conoce y se interactúa con la obra e historia de Miguel Ángel Buonarroti. Son catorce espacios lúdicos repartidos en 2.000 m² donde pasan muchas cosas, por ejemplo, uno se enfrenta a réplicas exactas en tamaño real de doce esculturas, entre estas, La Piedad, El Moisés y un monumental David de cinco metros de altura. El proceso de construcción de estas piezas tomó cerca de un año y medio y fue realizada íntegramente en Ecuador, con alta tecnología y un equipo dirigido por el escultor Édgar Cevallos.

Otra experiencia imperdible es una sala donde se reproducen en el techo y murallas, a través de pantalla LED retroiluminadas, las pinturas de la Capilla Sixtina, incluyendo la Creación de Adán y el Juicio final.

Así, cada lugar tiene algo que sorprende y conecta los nuevos consumos culturales con el arte tradicional y su historia. Un espacio donde se puede aprender, jugar y tocar, que cuenta además con guías inspiradores y muy bien informados.

Elin Flaherty, productora de la muestra, explica que la motivación es poder acercar el arte a todos y resalta que este es el lanzamiento mundial de la muestra, que tiene como próximos destinos las ciudades de Guayaquil y Cuenca.

Hay que agradecer que se apueste por estos eventos en nuestras ciudades, ahora la invitación es ir a dejarse atacar por Miguel Ángel y sus obras y exponerse a ver qué te pasa. (O)

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