Guayaquil es conocida como la Perla del Pacífico. Antes de la apertura del canal de Panamá, Guayaquil era un puerto de parada obligatoria para los grandes barcos. Dice el poema de Tarquino Piguave: “Como Perla del Pacífico te han nombrado desde siempre, pues brillas como ninguna dando calor a tu gente”. Pensamos en Guayaquil como una gran ciudad, sin embargo, sus orígenes están en el puerto. Varios ríos y canales fluyen alrededor de Guayaquil, a veces creando espuma blanca, la que también ha inspirado referencias de perlas a esta ciudad.

Guayaquil puede ser perla del Pacífico, pero no es la única, más bien, este océano está lleno de perlas que varían en rareza y coloración. Si viajamos al otro lado del planeta nos encontraremos con la Polinesia francesa y sus islas, también conocidas como las perlas del Pacífico. Y ahora surge la pregunta: ¿qué es una perla y de dónde vienen? El nacimiento de una perla se da dentro de una concha, almeja, ostra: ocurre dentro de estos moluscos bivalvos, es decir, aquellos que tiene dos valvas. El interior de estos moluscos sirve de vientre para crear y crecer la perla. Todo comienza cuando una partícula extraña –ya sea un pedazo de concha, sedimento, un parásito– ingresa al interior del bivalvo. Dentro de este molusco se desata un mecanismo de defensa, en el cual se segrega una sustancia compuesta por carbonato de calcio y una proteína llamada conquiolina. A esta sustancia también se le llama nácar o madreperla.

El nácar envuelve esta partícula invasora, que puede lastimar el tejido blando del molusco, y así comienza el desarrollo de la perla. Este proceso se podría comparar al de una astilla o un pinchito ingresando a nuestra piel. El crecimiento de la perla recién engendrada va a tardar varios años, a veces incluso décadas. Debido al tiempo que tarda y las condiciones naturales que deben darse, encontrar una perla en un cebiche de concha que estemos comiendo es extremadamente inusual, aunque no imposible.

Los bivalvos filtran el agua, acumulan partículas en su concha que sirven de indicadores de la salud del ambiente...

Las personas hemos aprendido a crear este escenario de manera artificial en granjas de perlas. Se introduce un pedazo de concha en el molusco y se lo coloca en el mar o en un lago y luego de tres a cinco años se cosecha. Las perlas de granja reciben un valor de acuerdo al tamaño, coloración y brillo que tengan. Aunque estos moluscos sean principalmente valorados por su sabor y su habilidad de crear perlas, ellos hacen mucho más por nosotros. Los bivalvos filtran el agua, acumulan partículas en su concha que sirven de indicadores de la salud del ambiente y sirven de refugio para especies. Además, mediante su comportamiento de depredación ocupan un rol importante en la cadena trófica, depositando nutrientes en el ecosistema. En mi caso, mi molusco preferido es la almeja gigante, no solo por su gran tamaño sino por sus psicodélicos colores que parecen fuera de este mundo.

Existen ciudades, islas, mares e incluso personas que son comparables con las perlas. Hay perlas por todo el mundo, algunas más raras, otras más brillantes, otras de distintos tamaños o edades, sin embargo, todas forman parte de un solo collar que vale más en conjunto que de manera individual. (O)