En el sur de Sídney, Australia, existe una pequeña ciudad llamada Edén, que originalmente estaba habitada por la nación Yuin, también llamada Djuwin. Sin embargo, a principios del siglo XIX, con la llegada de los colonizadores europeos esta ciudad se convirtió en una estación ballenera por ser uno de los puertos de aguas más profundas del mundo.

Cada año, como es costumbre aún, manadas de orcas dejaban la Antártida para ir hacia aguas más cálidas, migración dada principalmente por perseguir a sus presas. En Edén se congregaban diversas especies marinas, incluidas las ballenas francas australes y las jorobadas, que eran el principal objetivo de los balleneros. Los europeos, dueños de la estación ballenera, empezaron a incluir a miembros de la tribu Yuin en sus viajes de pesca. Resulta que por muchas generaciones los yuines habían entablado una estrecha relación mutualista con las orcas, que se basaba en cazar juntos y compartir las capturas entre ambas tribus: humanas y orcas.

La dinámica consistía en que la manada de orcas, siguiendo el liderazgo del Viejo Tom (orca), arreaban a las ballenas jorobadas y franca australes hacia bahías donde eran arponeadas por los pescadores. Una vez que la ballena estaba muerta, los balleneros la dejaban flotando en la bahía por la noche, para que las orcas comieran su parte y al día siguiente los balleneros se llevaban lo suyo. Las orcas siempre se comían la lengua de las ballenas y dejaban el resto intacto, de ahí que el acuerdo se llamara Ley de la Lengua.

El Viejo Tom era un macho de casi siete metros y de seis toneladas de peso. Debido a que era la orca que más interactuaba con las personas, era considerada como la orca líder, sin embargo, la manada de orcas se rige por el matriarcado, así que seguramente todas estaban siguiendo indicaciones de la orca madre. Cuenta la historia que el Viejo Tom movía las líneas de anclaje y arrastraba barcos solo por diversión. También se dice que la manada protegía a las personas y mantenía a los tiburones alejados de la bahía.

Por tres generaciones de balleneros se honró este tratado, pero hay varias leyendas alrededor de qué pasó para que este acuerdo haya llegado a su fin. Unas cuentan que hubo un accidente y el Viejo Tom salió herido, otras que los humanos no cumplieron su parte del acuerdo y las orcas se molestaron. Actualmente, el esqueleto del Viejo Tom se encuentra en el museo de Edén. Estudios han revelado que esta orca tenía entre 30 y 50 años de edad.

Hasta la fecha no hay ataques directos a personas por orcas salvajes, solo se han registrado ataques en cautiverio. Hace poco vi orcas en el golfo de Hauraki, en Nueva Zelanda, a poco más de 2.000 km de Edén. Era una manada de seis orcas con dos bebés. Imagino tiempos pasados cuando los humanos vivíamos en estrecha relación con la naturaleza y todo ser que la habitaba. Seguro llevábamos ese sentimiento de conexión muy presente, imagino que, en ese estado, emociones como la soledad y la no pertenencia son difíciles de experimentar. Nos une el amor por nuestra tribu y nos mueve el cuidar de aquellos que más nos importan: al final todos compartimos la misma naturaleza. (O)