Se atribuye al emperador romano Julio César la frase “La mujer del César no solo debe ser honesta, sino además parecerlo”.

Cuenta Plutarco, el historiador griego, que Publio Clodio Pulcro, acérrimo opositor de la última república romana, estaba perdidamente enamorado de Pompeya, la mujer del César; y a fin de poder acercarse a ella, se disfrazó de mujer para ingresar a la fiesta de la Bona Dea, a la que no podían ingresar hombres.

Enterado el César de tal situación, no obstante creer en la inocencia de Pompeya, pronunció esta frase que no pierde actualidad.

A lo largo de la historia, la frase ha sido utilizada para múltiples propósitos, sobre todo en la política, para resaltar la necesidad de que las actuaciones públicas de la gente sean consecuentes con los valores que dice defender.

Ya aterrizada en la vida pública, la frase también describe muy bien lo que, al menos en teoría, espera la ciudadanía de sus autoridades y, en general, de todas aquellas personas que ostentan poder o representación ciudadana. Que no solamente “sean”, sino que también “parezcan”.

Claro que, si lo aterrizamos a nuestro Ecuador, en el que todo es posible y en el que lo que en otras sociedades resultaría abominable acá forma parte del paisaje diario, también podría traducirse a, al menos, “guardar la forma”.

Traigo a colación esto de “la mujer del César” a propósito del recurrente malestar que causa a quienes seguimos el fútbol, y en particular las participaciones de la selección nacional de fútbol, la insistencia de convocar y hacer jugar a un joven futbolista sin mérito alguno para ello. Situación agravada por la coincidencia de ser jugador (recientemente transferido al exterior) del equipo de propiedad de un alto dirigente de la federación.

Es posible que esta situación irregular no sea provocada, como algunos aficionados y críticos señalan, por presión de la dirigencia hacia el técnico para “mostrar” al jugador y luego venderlo al exterior, pues, por otro lado, no cabe duda del buen trabajo dirigencial desarrollado por el aludido empresario-dirigente, que se ha traducido en logros para el fútbol ecuatoriano. Sin embargo, en el mejor de los casos, se trataría de una desafortunada coincidencia que da mucho para pensar, porque, haciendo referencia a la frase que titula este artículo, “la mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo”.

Especial mención merece el silencio entusiasta de gran parte de la prensa deportiva.

Nuestra sociedad está descompuesta y el fútbol no puede ser la excepción. De allí que estas situaciones generen razonables dudas en la ciudadanía. Por tal motivo, y como quien nada debe nada teme, bien haría el director técnico en dar un paso al frente y justificar, con estadísticas, como ocurre en la alta competencia, las razones de tal convocatoria; pero, además, cuál es su filosofía de juego y las proyecciones de esta administración de la selección. A lo mejor con una exposición integral podríamos entender el salto meteórico de este jugador de la serie B a jugar un mundial y ahora a ser el nuevo “grito de gol” (sin goles) de la selección. (O)