Quienes me conocen saben de la lucha que he llevado a lo largo de mi vida personal y profesional en defensa de la libertad de expresión.

Mientras muchos que hoy se rasgan las vestiduras disfrutaban de los ingentes recursos públicos que se despilfarraban en el país y guardaban silencio cómplice ante los atropellos del poder supremo, quien escribe esta columna, conjuntamente con unos pocos abogados, periodistas, empresarios y políticos, librábamos una batalla desigual por la defensa de la libertad de expresión, lucha que me valió la estigmatización y ataque mediático por parte de quienes controlaban el Ecuador hace algunos años.

La desinformación es ‘un pecado’

Pero este compromiso con la libertad de expresión y el periodismo no me impide identificar y mucho menos condenar los abusos y excesos que se cometen a través de la prensa o invocando, perversamente, la libertad de expresión.

Es por esta razón que no puedo hacer otra cosa más que coincidir con el papa Francisco, cuando en una reciente entrevista con la agencia de noticias Télam señaló lo que, a su criterio, eran los cuatro pecados del periodismo: desinformación, calumnia, difamación y coprofilia.

En una distendida plática, el papa se explaya en identificar brevemente los cuatro “pecados”, mostrando un particular fastidio por la coprofilia, a la que define como el amor al escándalo o a lo escandaloso.

Las amenazas a los periodistas

Digo que coincido porque, efectivamente, estas cuatro conductas señaladas por el papa deambulan en nuestra sociedad y, lamentablemente, cada vez con más fuerza, sobre todo, como consecuencia de la anarquía que impera en las redes sociales y ciertos portales digitales. Conductas que le hacen daño al periodismo, pues el verdadero periodismo, el tradicional, el de vanguardia, el que goza de credibilidad, los conoce y combate.

Ello no significa que, producto de su naturaleza humana, un periodista no pueda causar daño a terceros, de forma excepcional e involuntaria, y como consecuencia del vértigo del oficio, a lo mejor por falta de prolijidad o debido a las cada vez menos confiables fuentes periodísticas.

Pero ese no es el problema real, pues en todos los oficios se cometen errores o imprecisiones y el periodismo no puede ser una excepción.

(...) en todos los oficios se cometen errores o imprecisiones y el periodismo no puede ser una excepción.

El papa se refiere a prácticas sostenidas, a conductas habituales de ciertos medios o de mal llamados periodistas, dedicados a lucrar a costa del deterioro de la información ciudadana y de la reputación de sus víctimas de turno.

Digo mal llamados, porque en realidad se trata de corruptos, extorsionadores, manipuladores y/o actores políticos, escondidos detrás del periodismo para cometer sus agresiones.

¡Cuánto daño le hacen a la sociedad y al periodismo!

Por tal motivo, es fundamental que los medios serios del país y quienes venimos luchando por la libertad de expresión y la prensa identifiquemos y apartemos a estos enemigos del periodismo, que pretenden usar a la prensa y al periodismo de escudo para cometer sus fechorías y permanecer impunes. (O)