El domingo 12 de noviembre, al terminar el debate entre Javier Milei y Sergio Massa, todos los periodistas, panelistas, analistas, comunicólogos, politólogos, consultores... y hasta los mismos protagonistas, dieron como ganador a Massa. Como pruebas irrefutables están todos los diarios de la Argentina del lunes 13, sin exceptuar ninguno. En archivos digitales de los medios también se pueden encontrar las encuestas que aseguraban en sus últimos sondeos una leve ventaja de Massa sobre Milei. Como en la segunda vuelta se gana por un voto, con esas cifras sobraba, pero había que llamarlo empate técnico, también para abrir el paraguas por si se daba al revés.

Del lado de la libertad

Con sus anteojos antiguos entendieron que el más sagaz era el mejor. El más profesional imponía su experiencia. El cínico podía contra el inocente. El preparado contra el espontáneo. No entendían que ese debate no movería la aguja de ninguna medición, entre otras cosas porque a nadie le interesaba, ya a esas alturas, la inflación, la inseguridad, la corrupción, la dolarización, el Banco Central, el narcotráfico, la falta de medicinas, o el precio del pan. Lo que querían era un cambio y el cambio estaba tan a la vista, tan patente, que era imposible no verlo en aquel escenario en el que peleaba David contra Goliat.

Milei: ¿la quinta ola?

¿Y si el cambio es Massa? Se preguntaba un experiodista y exfuncionario, que ahora funge de analista y recorre estudios de televisión pifiándola fiero en todas las elecciones. Parecía serio por su buena retórica, mientras nadie advertía que estaba recitando un oxímoron como un castillo. A su favor hay que decir que ondeaba lo del cambio.

Los candidatos se han vuelto productos que se imponen como una mercancía. Son marcas. Logotipos. Jingles que se repiten sin sentido. Eslóganes vacíos. Los politólogos, comunicadores políticos o como se llamen, han conseguido divorciar a los candidatos de los gobernantes y las elecciones de la administración del Estado. Ya no importa si los que elegimos serán buenos gobernantes, entre otras cosas porque este negocio se trata del poder y no del gobierno. Bastardean la democracia porque manipulan los sueños del pueblo, que vota por sus clientes como quien compra un producto engañado por la publicidad. Para colmo, las campañas se tarifan y tientan los aportes de los que tienen dinero sucio y necesitan lavarlo a cambio de impunidad.

‘No hay dólares para dolarizar’

A las ocho de la noche del día del balotaje, cuando la ventaja de Milei sobre Massa se volvió abultada y definitiva, los mentirólogos corrigieron apurados el error con las explicaciones que tienen ensayadas para esconder su sesgo al servicio del mejor postor, o quizá su incompetencia, o tal vez el plagio liso y llano.

El domingo 19 de noviembre, la mayoría de los argentinos no votó por la larga lista de motivos que esgrimían los inventores de candidatos, y las ideologías apenas pudieron sumar un número cada vez más exiguo de votos, aportados por partidos que, se supone, tienen maquinaria electoral. El 19 de noviembre de 2023 puede volverse histórico, para bien o para mal, porque ese día la Argentina votó por un cambio sin importar cuál era el cambio. (O)