Existen amistades que a simple vista no son aparentes. Amistades que, como dos piezas de un rompecabezas, calzan perfectamente aunque tengan dos formas muy distintas. ¿Han experimentado este tipo de amistades? Me refiero a esas personas que aunque no coincidan en edad, cultura, costumbres, o incluso en el idioma, forman un vínculo amistoso fuerte y duradero. Una amistad que en esencia es pura y generosa, y que crece: este tipo de amistades no conoce fronteras ni distancias.

Según Aristóteles –el filósofo griego–, existen tres tipos de amistades. Primero están los que se quieren como amigos por algún interés: su relación se basa en lo que se pueda obtener del otro. Segundo están las amistades que se quieren por placer, donde ambas personas reciben lo que desean, usualmente es una amistad superficial. Por último está la amistad virtuosa, la amistad perfecta. Una amistad basada en la reciprocidad y el cariño mutuo desinteresado. Aristóteles expresa que esta amistad es la de los hombres de bien, hombres dignos que logran construir este tipo de relaciones. Según los filósofos clásicos, la amistad perfecta requiere trabajo, tiempo y el cultivar las virtudes. Para ellos, la amistad repele momentos amargos, embellece la vida, causa felicidad.

Partidarios de la amistad

En el mundo animal existen amistades recíprocas. Un ejemplo es el de la morena gigante, que es una anguila de tres metros de largo y su relación con el mero de coral, un pez muy grande. Estos amigos cazan juntos. El mero se acerca a la grieta donde vive su amiga la morena y sacude la cabeza, menea el cuerpo, y así le comunica a la morena que es momento de cazar. El mero señala dónde se encuentra su presa y la morena, escabulléndose entre las grietas, hace que la presa salga de su escondite. El mero, ubicado a la salida del escondite, atrapa a su presa, y entre la morena y el mero se la comen juntas. El mero es un pez gordo y grande que no cabe entre las grietas rocosas.

La amistad en tiempos de redes sociales se ha diluido en el afán de buscar aceptación mostrando lo que los demás quieren ver, dicen expertos

Pensemos en (...) amistades que nos evocan felicidad, que endulzan nuestros días, e incluso han estado ahí en momentos difíciles.

Otro ejemplo de amistades mutualistas es la del gobio, un pez pequeñito, y una especie de camarón. Los gobios viven en madrigueras en el fondo arenoso, pero no son muy habilidosos en cavar su hoyo. Por otro lado, el camarón es casi ciego y necesita de un guardaespaldas para poder sobrevivir. El camarón construye la madriguera del gobio, cavando con las patas un hoyo, mientras que el gobio vigila la entrada del hoyo. El camarón usando sus antenas mantiene contacto con el gobio. Así, cuando alguna amenaza se aproxima, el gobio le avisa al camarón que es momento de esconderse hasta que la amenaza se vaya. También está la relación entre el pez payaso –Nemo– y su anemona. En el mundo terrestre hay muchas amistades recíprocas también, pero lo mío es lo marino.

Pensemos en aquellas amistades que nos evocan felicidad, que endulzan nuestros días, e incluso han estado ahí en momentos difíciles. Estas amistades hacen la vida más llevadera y alegre. Amigos con los cuales tenemos una conexión muy fuerte, como un vínculo inexplicable. Pensemos en esos amigos filosóficos que aunque ya no estén con nosotros físicamente, el recuerdo de su amistad nos sigue acompañando. Este escrito es para mis amigos filosóficos. (O)