El presente mes empezó con feriado –culto de costumbres arraigadas–, pero más me interesa lo que viene después. Guayaquil acogerá un cúmulo de actividades culturales que parecerían despedir un año que con el arribo de la Navidad se da por clausurado. Hay iniciativas del ámbito cultural que eligen un punto del calendario y se quedan allí, hechas carne en nuestro cuerpo, tan ávido de oportunidades de crecimiento. Partamos de que la mayoría de ellas provienen de apoyo privado y que de las autoridades del ramo se ha recibido poco o nada.

La Universidad de las Artes cumple con su habitual LibreLibro en IX edición, ese sí móvil porque se ha organizado en diferentes meses del año. Es muy válida la idea de que “detrás del libro hay una comunidad”, porque quienes gestan las acciones para que el precioso artefacto se cree, imprima y circule son muchos. La existencia del libro también da pie para que en su torno se reúnan otras artes y habilidades que hacen, hacia afuera, un efecto de colmena siempre invitadora, para que curiosos y fieles se vuelquen sobre ella.

Un nombre asociado al cine es el de Daniela Creamer desde sus ejecutorias de periodista, crítica y productora. Ha sido nuestra mirada para asomarnos a famosos festivales europeos, principalmente Cannes, y jurado de los Premios Platino. Ahora convoca por segunda vez al Guayafest, para el que ha invitado a destacadas figuras del cine colombiano. Los foros, mesas y proyecciones se realizarán en el hotel Hilton Colón, UEES, Universidad de las Artes y Parque Histórico.

(...) el habitante común desearía transporte cómodo y movimiento seguro por las calles...

Noviembre es también el mes del Festival de Poesía Ileana Espinel Cedeño, que con una constancia admirable llega a su XV edición, gracias a la indeclinable labor del poeta Augusto Rodríguez. Este festival ha conseguido una acción que vi en la feria de libros de Guadalajara: llevar a numerosos poetas a los colegios de Guayaquil y ciudades circunvecinas. Ojalá, digo yo, que los profesores hayan preparado a los adolescentes para escuchar poesía contemporánea que podría resultarles tan lejana a los oídos noveles, desacostumbrados a las libertades de los versos de hoy, desgajados de la racionalidad. Deduzco que poetas de Taiwán, Irak e India leerán en sus idiomas nativos y solo se los podrá percibir como gorjeos o trinos de aves desconocidas.

Por redes sociales me entero de la realización de la Feria del Libro Internacional de Guayaquil (fijarse bien en este nombre para no confundirlo con la FIL-GYE), que proviene de la Casa de la Cultura - Núcleo del Guayas y cuenta con el apoyo de la Confederación Internacional del Libro. Ofrecen las actividades propias de una feria, con autores nacionales e internacionales para presentaciones y coloquios, así como de títulos para la adquisición.

Con todas estas posibilidades abiertas, el habitante común desearía transporte cómodo y movimiento seguro por las calles de la ciudad. Necesitamos de más información por todos los medios posibles para que el consumo cultural se sitúe de manera natural en las apetencias espirituales del ciudadano, para que la psiquis oiga, mire y se renueve, para que nos desprendamos un poco de la desesperanza. Los artistas vuelcan sus percepciones de la realidad, los frutos de su imaginación y nos los ponen a nuestro alcance. Ahora nos toca a nosotros. (O)