Quienes hemos nacido y crecido en este Ecuador y ya pintamos algunas canas, vemos con cierta normalidad situaciones completamente anormales o, por lo menos, nos hemos acostumbrado a estas.

Una de ellas (absolutamente anormal) es que el suministro de energía eléctrica se corte de forma regular y hasta planificada.

En los 80 crecimos entre se fue la luz y se fue el agua. En los 90 vivimos el tristemente célebre adelanto de una hora en el gobierno de Sixto Durán-Ballén. De allí en adelante, aunque con menos frecuencia, de cuando en cuando hemos seguido padeciendo de cortes de energía en todo el país. Las excusas son múltiples: desde que no llueve en Paute hasta los famosos trabajos de mantenimiento, o que dizque se cayó un árbol por la lluvia. Es decir, si llueve se va la luz y si no llueve también.

En el Gobierno anterior volvimos a los cortes recurrentes de energía y en el actual, lamentablemente, lo mismo.

Claro que son situaciones diferentes. O por lo menos, la forma de enfrentar el problema no es el mismo, pues el presidente Daniel Noboa ha tomado medidas duras, urgentes y efectivas, lo que nos permite avizorar que estaríamos, al fin, en camino a resolver este grave y prioritario problema de raíz.

Evidentemente que la crisis que vivimos hoy no es responsabilidad directa del Gobierno; que se trata de un problema heredado de gobiernos anteriores que no han realizado las inversiones necesarias en mantenimiento del parque eléctrico y menos contratado la inversión extranjera para la construcción de la nueva infraestructura. Que se ha incumplido negligentemente el plan maestro de electricidad 2018-2027 (que puede verse en el sitio www.recursosyenergia.gob.ec), que constituye una hoja de ruta que los gobiernos deben seguir para asegurar que los ecuatorianos no tengamos que vivir lo que estamos viviendo. Para asegurar que la infraestructura energética del país esté preparada para atender la demanda que el país requiere para crecer.

Lo más grave de esta situación es que, en su gran mayoría, las inversiones en este rubro provienen del sector privado local e internacional, que tienen los capitales listos para intervenir, pero que no lo han hecho, en unos casos, por la desidia de las autoridades de turno, y en otros por la inseguridad jurídica que han generado sus actuaciones, como digo siempre, con honrosas excepciones.

Vemos con buenos ojos el accionar del nuevo ministro de Energía, quien, al parecer, está dando un giro al manejo de la crisis energética con medidas urgentes que remedien la situación actual, pero, sobre todo, que pongan en marcha las inversiones que el país requiere en esta materia y que como lo he mencionado, se encuentran proyectadas y planificadas.

Un país que no es capaz de generar la energía necesaria para su desarrollo está condenado a vivir en el subdesarrollo para siempre.

Desde esta columna hacemos votos porque la buena gestión que hoy vemos en el Ministerio de Energía se mantenga en el tiempo y sus directrices se conviertan en política de Estado, que sean respetadas y continuadas en los gobiernos venideros. (O)