Alcedo y Leonidas Plaza, suburbio de Guayaquil. El sol de octubre pega fuerte y hasta rebota en el asfalto. En la acera y bajo un árbol de grosellas, un hombre yace en un profundo sueño. Ha hecho cama en su coche dedicado al reciclaje. A veinte metros y junto a la iglesia, resuenan cánticos en un altoparlante. Junto al hombre dormido hay un taller de escapes.