Se definen como un colectivo de música mundo o un punk folclórico del centro de la tierra. Y es porque interpretan lo que ellos llaman “fusión de música folclórica, salsa, de calle, de ceremonia” y otros géneros. Se autocalifican de “muy comerciales”, no porque su música sea fácil de vender y ganar dinero, sino porque “les gusta a todos”, como dice Marina Marcián, de 26 años, una española que llegó a Guayaquil hace dos años por una beca universitaria y se quedó “por amor”.