Para Kerem Castro se volvió algo regular en la última semana salir de su trabajo y, con una linterna pequeña, caminar por el centro alumbrando su paso hasta llegar a la estación de la Metrovía de la Caja del Seguro, ubicada en la avenida Olmedo, centro de Guayaquil.
Desde el 9 de noviembre, fecha en la que se implementaron los cortes de luz de hasta doce horas, los racionamientos coincidieron con la hora en la que debía movilizarse desde el trabajo hasta su domicilio. Ella sale pasadas las 18:00 del centro hasta el Guasmo.
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Algo que no había notado sino hasta el pasado lunes fue que en el sector en que toma el articulado, al mismo tiempo que se va la luz, también queda a oscuras la estación del sistema Metrovía.
“Recién el lunes caí en cuenta de que todo estaba oscuro. Mis compañeros me decían: ‘Oye, apúrate para irnos en grupo, que por aquí todo está oscuro y nos pueden robar’”, cuenta.
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En grupo, relata Castro, caminaban desde la calle Ayacucho hacia la estación para ingresar lo más pronto posible y ponerse a buen recaudo.
Esta semana, en la zona céntrica que incluye la avenida Olmedo y la parada, el apagón se aplicó entre las 15:00 y las 20:00.
Castro relata que, si bien las máquinas que leen las tarjetas de la Metrovía funcionan, dentro de la estación no hay un ápice de luz.
“Uno entra como a ciegas; a veces hasta se choca con la gente porque hay los que, por miedo, no sacan los celulares para alumbrar. Uno no se da cuenta de quién está dentro o si la estación está llena”, cita.
En la Caja del Seguro, unos pequeños focos alumbraban el pasado jueves uno de los quioscos que hay dentro.
En un recorrido que realizó este Diario se pudo observar que no solo esta estación queda a oscuras pasadas las 18:00, sino varias del centro, sobre todo las ubicadas en la calle Pedro Carbo; también en zonas del norte, como la Atarazana.
En esta última, los usuarios —en su gran mayoría estudiantes— esquivan los vehículos de la av. Pedro Menéndez Gilbert para ingresar a la estación a oscuras.
En la de la Biblioteca Municipal, por ejemplo, el escenario es similar. Allí, en cambio, según usuarios, se suma la dificultad para llegar a la estación y cruzar las calles por la falta de semáforos en la zona durante los racionamientos.
Diogénesis Rodríguez, quien llega hasta esta parada del sistema de transportación masiva para dirigirse al norte de la urbe, cuenta que se debe guiar para caminar por las aceras con la luz de los vehículos.
“Cuando hay un agente y los carros se detienen, ahí uno tiene que aprovechar y cruzar, porque está un poco alumbrado. Uno rápido, rápido debe cruzar a la parada y aprovechar ese poquito de luz para sacar la tarjeta de la cartera, pagar y quedarse dentro a esperar el bus de la Metro”, afirma.
En esta estación, relata Rodríguez, a veces se mantienen abiertas las puertas que funcionan con sensores.
“Los guardias están rondando, sí, pero uno no se siente tan seguro en plena oscuridad y con las puertas abiertas de par en par. Uno siente que en cualquier momento alguien se mete por ahí a hacer sus cosas”, asegura la usuaria.
Diana Quezada cruza a diario desde la terminal terrestre en la av. Benjamín Rosales hasta la terminal Río Daule, que funcionan en esa misma vía.
Ella cuenta que, a la oscuridad del paso peatonal que hay en ese sitio, se suma la de la estación grande que usa para movilizarse hasta Samanes 7. Cuando hay apagones en esa zona, todo el sector donde está la terminal Río Daule y el rocódromo quedan sin luz.
“Cuando hay corte todo se vuelve feo. Los que venimos de cantones debemos salir y cruzar a oscuras para llegar a una estación a oscuras. Uno no ve los niveles que hay en el piso y es peligroso”, dice.
Ciudadanos que usan frecuentemente el sistema para movilizarse piden que se implemente algún tipo de iluminación, sobre todo en las estaciones más grandes y terminales que sirven de conexión.
“Sabemos que los cortes afectan a todos, pero que no sea precario como debemos movilizarnos. Creo que debería existir algo que nos dé algo de iluminación”, manifiestan. (I)