Yamileth Sarabia, de 48 años, es una venezolana que aún no puede superar el impacto psicológico por la muerte de su hijo, quien fue asesinado hace tres años en frente de su casa.

Luego de salir de su país, ella vendió comida en un mercado de Cúcuta (Colombia) durante dos años, pero los ingresos apenas le servían para completar el alquiler y la comida.

Por ello, hace un mes llegó al país, pernoctó una noche en la Terminal Terrestre Jaime Roldós Aguilera y después recibió acogida en el refugio Un Techo para el Camino, en el norte de Guayaquil.

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En ese espacio, la mujer, procedente de la localidad de San Felipe, gusta de compartir en la cocina y planea sacar adelante a sus dos niñas, de 8 y 10 años, con un emprendimiento relacionado con la venta de alimentos. Luego de recibir apoyo de varias entidades, planea establecerse en el país con las dos pequeñas.

Sarabia se muestra agradecida de poder estar en ese centro de acogida, que lo describe como un lugar acogedor, que le aporta tranquilidad y con atención gentil del personal.

En medio del flujo migratorio que buscaba trasladarse hacia Estados Unidos, asimismo otros venezolanos, como ella, se mueven en la región, incluyendo a Ecuador, debido a las distintas situaciones que se viven en los países cercanos por los cambios políticos, asuntos económicos e incluso temas de xenofobia

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La mujer comentó que ha escuchado de varios compatriotas, incluyendo familiares, que emprendieron el viaje hacia el norte del continente con el fin de llegar a Estados Unidos. Por su cuenta, ella les ha aconsejado que no se arriesguen y continúen luchando para salir adelante en el país, sin pasar riesgos mayores en medio de las condiciones desfavorables al cruzar el tapón de Darién.

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“Eso no me pasa por la cabeza, me quiero quedar acá, me da miedo, si tuviera pasaporte y me fuera legal sí, pero así por esa selva con mis hijas tan pequeñas no me arriesgaría”, expuso Sarabia sobre el flujo migratorio que va en aumento en dirección hacia el norte: a seguir el sueño americano.

Durante este año, más de 180.000 personas refugiadas y migrantes han cruzado la selva del Darién, zona situada entre Colombia y Panamá.

Luego de dos años en Colombia, otra mujer, Darlene Carreño, oriunda de Caracas, con su familia optaron por llegar a Ecuador, ya que según ella, tenían complicaciones para conseguir trabajo y por asuntos políticos optaron por moverse hacia Ecuador para encontrar mejores oportunidades. En ese país, su pareja se dedicaba a entregas a domicilio.

Desde inicios de mes, con su llegada desde Medellín (Colombia) a Guayaquil, ella y su esposo reciben ayuda de alojamiento, comida y vituallas para sus cuatro hijos, uno de ellos con capacidades especiales, y además un sobrino. Planean establecerse en el país.

Aunque al cerrar un diálogo con este Diario, ella reveló su deseo de sí querer irse a Estados Unidos “más adelante” en caso de tener las condiciones seguras de llegar a ese país, principalmente por su hijo, porque “allá la ciencia es más avanzada” y hasta ahora “él no camina, ni habla”.

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“Si tuviera la posibilidad de que me den una ayuda de llegar allá, lo hiciera porque sé que allá tendrá mejor calidad en su salud”, comentó la mujer, quien se encuentra embarazada.

Con la imposición de condiciones por parte del Gobierno norteamericano, existen albergues como Un Techo para el Camino, donde se mantienen en alerta por el conocimiento de migrantes que puedan quedarse en parques y plazas como estancados. Durante estos años recientes, este espacio ha mantenido su atención ininterrumpida para la población en condición de movilidad.

Un importante flujo migratorio venezolano se mueve con dirección al norte del continente americano, aunque las nuevas restricciones impuestas para los extranjeros de ese país que busquen ingresar a EE. UU. pueden generar la activación de dos alertas en Guayaquil.

Uno de los posibles eventos sería la permanencia en la ciudad de personas migrantes en tránsito que se quedan varadas en la urbe y también quienes empiezan a retornar por sus deseos frustrados del sueño americano, explicó Ronald Borges, coordinador del albergue Un Techo para el Camino

En varias vías de la ciudad se ha vuelto común observar a migrantes caminando en solitario, en grupos familiares o gente que en solitario se junta. Unos se ubican en plazas y vías públicas con la aspiración e incluso incertidumbre de los días que les demandará que la situación mejore para poder pronto moverse hacia el norte.

En el albergue, que tiene capacidad para 136 personas, Borges mencionó que están preparados como espacio emergente, con la experiencia, infraestructura y la “decisión” de recibir personas; sin embargo, no cuenta con todo el equipo humano necesario para una emergencia, puesto que solo tiene dos colaboradores. Mínimo requieren de cinco personas, dijo.

“En condiciones normales un albergue de 50 personas tiene que tener un equipo de 17 personas, entre especialistas y equipo técnico y operativo, pero nosotros apenas somos dos”, comentó el coordinador de la entidad que es de Hogar de Cristo y recibe apoyo de distintas entidades.

En el sitio, los migrantes reciben alojamiento y comida gratis, además se les entregan kits de aseo, bioseguridad y de caminante (que lleva una gorra, chompa, tomatodo, cepillo dental y una linterna).

Según estimaciones del centro de atención, en los recientes meses alrededor del 50 % ha manifestado abiertamente que busca desplazarse hacia el norte de la región, específicamente para cruzar el tapón de Darién, y el resto no lo ha dicho.

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En este lugar a diario son atendidas entre 60 y 80 personas e ingresan de tres a cuatro familias nuevas, es decir, de 12 a 16 personas. Estas cifras se han mantenido, pero la dinámica de la movilidad de los grupos ha ido variando.

Por ahora, Borges indicó que se han puesto a las órdenes de las autoridades en la recepción de personas en su albergue.

A nivel general, en la urbe él consideró que debe haber un plan de contingencia que implique alojamientos temporales para estas personas, así como en pandemia se crearon espacios emergentes, y no simplemente moverlos con “medidas inhumanas” que podrían generar problemas de seguridad en el futuro.

A su vez, recalcó que las entidades públicas, principalmente del Gobierno nacional, deberían ejecutar brigadas para identificar a la población en movilidad y establecer acciones concretas para garantizar la seguridad y acceso a derechos básicos de estas personas.

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En los recientes días, brigadas municipales y el Departamento de Movilidad Humana han abordado a 160 personas, incluidos migrantes, que pernoctan en las calles. A ellos se les ofrecieron varios de los servicios municipales disponibles, como el ingreso a albergues y asistencia legal.

“Ha quedado en la ciudad un flujo de migrantes que va en camino hacia el norte del continente”, aseveró Luis Magallanes, principal del Departamento de Movilidad Humana.

Apoyo de agencia de las Naciones Unidas

Una de las organizaciones que brindan asistencia diaria a los migrantes es el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que colabora en Guayaquil y otras ciudades en la protección e integración de las personas refugiadas y migrantes en el país.

Entre sus actividades de ayuda se incluye la asistencia de emergencia a quienes llegan en busca de protección internacional en el país, así como apoyo para rehacer sus vidas en Ecuador. Y, en general, también proporcionan información sobre sus derechos a buscar protección, como en un punto habilitado desde hace varios meses en la terminal terrestre. (I)