Han pasado 33 años y Wilson aún recuerda los detalles de aquella noche del 6 de diciembre de 1991. Empapado, por el aguacero que anegaba zonas del norte de Guayaquil, caminaba por la acera de la vía a Daule, a la espera de que arribe el bus que lo trasladaría hasta su casa en Puente Lucía (Daule).

El vehículo tardó un poco, pero llegó. El conductor no detuvo por completo su marcha y Wilson corrió para subirse ‘al vuelo’. Pero en ese intento no se percató de un bache y resbaló. “El mismo bus me atropelló y me destrozó la pierna izquierda”, recuerda este hombre, de 62 años.

Esa noche perdió la extremidad y desde entonces tiene el 70 % de discapacidad física. Como él, 480.776 ecuatorianos viven con alguna discapacidad (física, intelectual, auditiva, visual, psicológica y de lenguaje) en el país, según registros del Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades (Conadis), actualizados a septiembre de 2023. La mayoría, el 44,8 %, tiene limitaciones físicas.

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¿Qué hay detrás del contrato de prótesis para los pacientes del hospital del IESS Teodoro Maldonado Carbo?

La recuperación física y emocional fue larga. No pudo volver a trabajar como estibador en un almacén y esperó alrededor de tres años para recibir su primera prótesis, dispositivo que según las recomendaciones médicas deben cambiarse cada cuatro años. Es decir, en 33 años debía reemplazar este aparato al menos ocho veces. No obstante, solo ha recibido tres.

La última prótesis la recibió en 2017, hace cerca de siete años, en el hospital del IESS Teodoro Maldonado Carbo. En 2021 -hace dos años y medio- le tocaba el cambio de este dispositivo médico, pero aún no lo recibe. Y no sabe cuántos meses deberá esperar, ya que la compra de prótesis por $ 2 millones fue declarada desierta el 6 de febrero, un mes y medio después de ser adjudicada. Son 229 pacientes que, como Wilson, están en la lista de espera del HTMC. Algunos llevan más de cinco años, confirmó el procurador de los pacientes, John Cabot.

Wilson necesita de manera ‘urgente’ el reemplazo de esta pieza, porque -asegura- camina con mucho dolor. “Me lastima demasiado, me salen llagas, me sangra. La rodilla (de la prótesis) no sirve, se queda como pegada, tiesa, no flexiona. Ya me he caído varias veces en mi trabajo y temo caerme en media calle, porque me pueden atropellar”, comenta este hombre y explica que debe hacer fuerza para arrastrar la pierna y evitar caerse, lo que le causa dolor en la espalda y cuello.

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Aunque Wilson ha asistido al hospital del IESS para clamar por el cambio de prótesis, la respuesta ha sido la misma. “Dicen que espere y espere, pero hasta cuándo”. No le han dado una fecha a este dauleño que requiere este dispositivo para trasladarse hasta su trabajo, en una compañía de gaseosas, cumplir sus funciones administrativas en el área de logística y retornar a su casa.

“Camino mucho, me encargo de registrar las guías de entrada y salida de camiones cargados con los productos, anoto la hora de entrada y salida de todos los vehículos que van a distribuir a otras provincias, lo archivo todos los días”, comenta este empleado privado que lleva catorce años laborando en esa compañía. “No he recibido ninguna llamada de atención, soy cumplido, responsable, por eso no me gusta pedir permiso para ir a las terapias (de fisiatría) que me alivian un poco el dolor, voy poco”, añade.

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La última vez que recibió terapia física fue en noviembre pasado, en un prestador externo del IESS. También, cuenta, lo han atendido en traumatología y medicina general por sus dolencias de espalda y todos han concluido, asegura, que la causa de su dolor es la prótesis. Las últimas semanas ha intentado obtener citas médicas a través del call center del IESS, pero -afirma- no ha tenido “suerte”: “Llamo, digito mi número de cédula y como que se cuelga. Intento de nuevo y sucede lo mismo. No sé si estará dañado o qué pasa. Llevo así las últimas dos semanas”.

Al finalizar la jornada laboral, Wilson toma la línea de bus 54 para retornar a su casa, en Daule. Tras una hora y quince minutos de viaje llega a su hogar, se retira la prótesis, limpia el muñón de la pierna y cura sus heridas con la ayuda de su pareja. Descansa y anhela, cada mañana, que llegue el día que le comuniquen (del hospital del IESS) que ya pueda ir a evaluarse para recibir su nueva prótesis: “Necesitamos que nos ayuden, somos muchos, necesitamos trabajar, movilizarnos sin dolor”. (I)