Marielisa Baque, de 46 años, divide en grupos a una treintena de menores, así como a madres de familia, que participan de los talleres que se dictan con estudiantes y un docente de la Universidad de la Artes, en el centro comunitario Niños del Futuro.
Este espacio se ubica dentro de su propio hogar en una casa del bloque 10 de Bastión Popular, en el noroeste. Ahí, la tarde del martes 1, los menores y las mujeres beneficiarias estaban entretenidos y atentos a las directrices que les enseñaban el personal universitario sobre manualidades, pintura, elaboración de cómics e instrumentos musicales.
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Hace unos 25 años, Baque, conocida como la tía, quiso luchar por esta comunidad.
Comenzó en sus aportes por buscar material de relleno para esa zona, cuando era pajonal, sin vías de cemento como hay ahora para el acceso.
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Con el paso de los años, conforme conoció más a la gente, la líder, quien creció entre Guayaquil y Jipijapa en medio de necesidades, se percató que los menores repetían las carencias y además había amenazas que rodeaban a los menores.
Inicialmente no encontraba entidades que deseen asistir a la zona para capacitar y ayudar a la comunidad. Ante eso, ella asistió a múltiples talleres de fundaciones, entes públicos y entidades de la sociedad.
Con esos conocimientos, en su casa, ella comenzó a dar talleres a los infantes y madres, como de prevención de abusos sexuales y empoderamiento.
“Este es su espacio seguro, esta es su casa”, remarcó ella. Ahora, luego de más de dos décadas de trabajo, el centro sigue el trabajo en prevención con niños y sus familias, en cooperación de universidades y fundaciones, y ha generado conciencia sobre la importancia del respeto y los valores.
En el centro, cada semana, se da refuerzo escolar, distintas actividades artísticas, integración con deportes y fiestas tradicionales para mantener costumbre y civismo.
También suele compartir refrigerios o comida a los menores, puesto que muchos no pasan con sus padres que salen a trabajar durante las horas del día. “Se busca que sean sanos y rescatar esta juventud porque sino estuvieran en problemas fuertes”, remarcó la mujer.
En esta época, por ejemplo, Aldeas Infantiles SOS da refuerzo escolar los lunes y miércoles, los martes y jueves y viernes van alumnos de la U. Artes con distintos cursos.
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Pese a esa ayuda, Baque lidia dificultades para sostener las actividades y siempre debe autogestionar más apoyos. Ella toca puertas de fundaciones y entidades para que le aporten ayudas, desde refrigerios y talleres para dar continuidad al centro comunitario.
Poco a poco ella ha podido mejorar las instalaciones ya que antes el piso era tierra y ahora es de cemento.
“Me siento una mujer feliz y realizada que aporta al cambio de estos niños que están viendo que tendrán un mejor futuro. Aquí aprenden a conocerse el uno y el otro, a ser compañeros, a estar pendiente del otro”, remarcó.
Ella aspira a que las entidades públicas puedan llegar a actuar con sus programas en este barrio, cuyos pobladores tienen escasos recursos que les imposibilita ir a centros públicos por la falta de recursos.
Pese a las adversidades, ella comentó que mantiene sus actividades por la integración de la comunidad y el desarrollo de muchos chicos que han conseguido éxitos, como ser profesionales y llegar a equipos de fútbol de primera división.
“Este cambio en la comunidad es maravilloso no solo para nosotros sino para todos, ayuda que los chicos tengan un espacio mejor”, dijo.
Ella auguró que este lugar siga siendo ese sitio de confianza de los infantes y guarden recuerdos positivos de su formación para que lo repliquen en sus futuros hogares.
Además sueña que los niños puedan contar con su refrigerio de manera constante.
Así también aspira a seguir fomentando alianzas con fundaciones y empresas. Con estas, comentó que les puedan ofrecer servicios para elaboración de alimentos o panadería y así conseguir que las madres obtengan ingresos y se mantengan cerca de sus hijos. (I)
