A Claudia Robayo le bastó un llamado de atención por llegar tarde a su trabajo para que modifique su rutina en la mañana durante la temporada de lluvias. Ella vive en el sector de Sergio Toral, noroeste de Guayaquil, y labora en Sauces 8, en el norte de la urbe.
De su casa, durante la época seca, salía entre las 06:45 y las 07:00 para llegar a las 08:00 al norte. Ahora, por las precipitaciones de las últimas semanas, a Robayo le toca salir con 45 minutos a una hora de anticipación.
El día de la joven, de 29 años, arranca —por las lluvias— entre las 05:00 y las 05:30. A esa hora se prepara el desayuno y la comida que llevará para el almuerzo y media tarde. Luego de cocinar y desayunar, se viste y sale rápidamente a esperar la línea 132, que la llevará hasta la Martha de Roldós, en donde esperará el expreso del trabajo.
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En la parada de bus está máximo a las 06:00 con su paraguas y unos protectores plásticos que se coloca sobre los zapatos. Allí suele encontrarse con vecinos que, al igual que ella, cambiaron su rutina para evitar retrasos en el ingreso al trabajo.
“La primera vez que llegué tarde fue el 16 de enero. Ese día llovió muy fuerte y, aunque mi zona no se inundó, los buses no llegaban o llegaban repletos y uno tenía que esperar alguno vacío para embarcarse. Esperé más de media hora, y cuando iban rumbo a las 07:30, me tocó coger un taxirruta para llegar, pero tarde”, relató.
Ese día, cuenta, el taxi se apagó más de tres veces porque un poco del agua acumulada en la vía ingresó al motor. “Dos horas tomó avanzar por la Perimetral, Tanca Marengo y luego bajar a Sauces, todo estaba caotizado”, manifestó.
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Las lluvias han provocado que su viaje desde casa hasta el trabajo pase de 45 minutos a dos horas; situación similar vive al regreso. Aproximadamente a las 17:00, cuando sale de su trabajo, espera el expreso y en la Martha de Roldós aguarda por la línea 132. Si bien la frecuencia de llegada de los buses es cada diez minutos, el trayecto puede llegar a las dos y tres horas, dependiendo de la intensidad de la lluvia.
Entre las vías que más congestionamiento registran a causa de las precipitaciones en el norte están la Juan Tanca Marengo, vía a Daule, Pedro Menéndez Gilbert y la avenida de las Américas.
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“Ha habido ocasiones en las que llego a mi casa casi a las 20:00. Una vez llegué casi a las 21:00 y fue porque la lluvia estaba terrible, no había vigilantes y los semáforos estaban fallando en la Tanca Marengo, había agua empozada. Guayaquil es de esas ciudades que la lluvia la vuelve loca”, contó.
Holger Chango es otro de los que ha modificado su rutina con la llegada de las lluvias. Él, regularmente, acudía a su trabajo en vía a la costa desde la calle Los Ríos, en el centro, en bicicleta. Ahora, por las lluvias, optó por usar Metrovía y bus urbano.
“No puedo creer que llegar al trabajo o regresar a mi casa cuando está lloviendo me toma más tiempo que cuando tomo un bus ahí en la terminal y se viaja a la playa. He estado atrapado en el tráfico hasta dos horas, el mismo tiempo en el que podría viajar para llegar a Salinas o a Playas”, señaló.
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Chango contó que en varias ocasiones por la desesperación durante el congestionamiento que se forma en vía a la costa o en la calle Portete, sitios por los que circula al salir de su trabajo, ha optado por bajarse del bus y caminar, aun si esto le representa mojarse.
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“A uno le agarra la desesperación estar en el bus y ver que eso no avanza. Las bocinas a todo volumen de gente que también está estresada porque no corre el tráfico. Es desesperante, ahí uno quisiera tener un avión para pasar todo ese tráfico y llegar a la casa”, indicó Chango.
Para el guayaquileño, la lluvia obliga a todos a ajustar sus horarios de salida de casa y del trabajo. También a buscar compañeros o vecinos para, en un mismo vehículo, avanzar desde sus viviendas hasta zonas céntricas cuando llueve muy fuerte. (I)