Las veredas de distintos sectores de Guayaquil están llenas de colores y movimiento. Los tradicionales monigotes de Fin de Año volvieron a tomar protagonismo en aceras, esquinas y parterres.
Hay desde figuras pequeñas de 40 centímetros hasta muñecos de tamaño real.
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Los comerciantes exhiben sus creaciones ante la mirada curiosa de peatones y conductores que disminuyen la velocidad para observar con detenimiento.
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Los personajes en tendencia marcaron la pauta este año.
Capibaras, Stitch y Kuromi se repetían entre los muñecos elaborados con cartón, papel y pintura brillante.
Aunque también hay espacio para figuras clásicas de la televisión y caricaturas que siguen vigentes entre varias generaciones.
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En algunos puntos, los vehículos se detienen brevemente para que los ocupantes puedan bajarse y elegir con calma.
Aunque la calle 6 de Marzo suele ser uno de los principales polos comerciales de los años viejos, la oferta se extiende a otros sectores de la ciudad.
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En la intersección de Venezuela y Guaranda, en el sur; en Bellavista; bajando del puente de la 17; y en los alrededores del centro comercial Albán Borja, los vendedores ocupan espacios para captar a los compradores que se movilizaban por la ciudad.
Varios ciudadanos optaron por adelantar la compra de sus monigotes el 24 y el 25 de diciembre.
Algunos explicaron que viajarían durante el feriado hacia balnearios u otras provincias, mientras que otros buscan cumplir con la tradición en empresas, instituciones o barrios antes del cierre del año.
En Bellavista, Orlando Vera ofrece monigotes desde $ 5.
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Según comentó, la ubicación cercana a la vía a la costa favorece el movimiento comercial. “Muchos ya comienzan a irse de feriado, se van a la playa y lo primero que hacen es comprar su monigote. Y, como acá estamos cerca de la vía a la costa, ya hacen una sola”, sostuvo el comerciante.
Entre los compradores estaba José Luis, quien llegó en su motocicleta para adquirir un monigote destinado a su empresa.
Dudaba entre un muñeco del Chavo del 8 y uno de Garfield.
Contó que el monigote para su casa lo compró hace unos quince días, pero aún tenía pendiente el de su lugar de trabajo.
A pocos metros, Karina Zambrano recorría los puestos junto con su esposo y sus dos hijos.
La familia se detenía frente a los muñecos más grandes. “Tratamos de mantener la tradición con los niños. Ellos ya esperan este momento y eligen el personaje que más les gusta”, comentó la madre, mientras negociaba el precio con un vendedor.
Para los comerciantes, la temporada representa una oportunidad clave para generar ingresos.
Carlos Mendoza, quien se dedica a la elaboración de monigotes desde hace más de dos décadas, señaló que este año las ventas se han mantenido.
“Las ventas se han mantenido. Aun así, tratamos de ajustarnos para que la gente pueda comprar”, explicó mientras retocaba una figura.
Desde el interior de su vehículo, Ana Paredes observaba las opciones antes de decidirse.
Viajaba con su familia rumbo a la playa y decidió parar a ver los años viejos en Bellavista.
“Siempre compramos el monigote antes de salir de Guayaquil. Es como una parada obligatoria antes de empezar el feriado”, indicó.
Para otros ciudadanos, la quema del monigote tiene un significado simbólico.
Luis Zambrano, empleado administrativo, aseguró que el ritual representa dejar atrás las dificultades del año.
“Uno escribe lo malo, lo quema y siente que comienza de nuevo. No es solo por diversión, también es una forma de cerrar ciclos”, añadió.
Con el paso de las horas, el flujo de compradores aumentó en varios puntos de la ciudad, sobre todo en zonas del sur de Guayaquil, donde cada año la ciudadanía acude a comprar su monigote.
Los vendedores esperan que el mayor movimiento se registre en los días anteriores al 31 de diciembre.
Según ellos, allí es cuando la tradición del año viejo vuelve a encenderse en cada barrio como una señal del final del año y la expectativa por el que está por comenzar. (I)
