El 9 de Octubre de 1820 marcó la independencia de Guayaquil y fue el punto de partida de la liberación de otros pueblos cercanos pertenecientes a la Real Audiencia de Quito y que luego se constituyeron en la actual República de Ecuador.

En esa gesta, un grupo de próceres destacó para liberar al pueblo del yugo español. Entre ellos destacan varios de origen peruano, venezolano y ecuatoriano, según relata Melvin Hoyos, historia y exdirector de Cultura municipal.

Algunos son probablemente los más destacados y varios de ellos están perennizados en la columna de los Próceres de la Independencia.

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Entre ellos, Hoyos nombra personajes como Luis Urdaneta, Miguel de Letamendi y Febres Cordero. Entre los peruanos figuraban Damián Nájera, Hilario Álvarez, llamado el Cacique, Isidro Pavón y Gregorio Escobedo. Y de origen local enlista a Luis Fernando Vivero, José Joaquín de Olmedo, Francisco Paula Lavayen, Lorenzo de Garaycoa, José de Antepara, Francisco Elizalde y José de Villamil.

En varios sitios de la urbe, como calles, esculturas, planteles educativos y establecimientos, se honra su memoria.

En la Columna de los Próceres, que fue inaugurada oficialmente el 9 de octubre de 1920 –al cumplirse el primer centenario de independencia–, en conjunto con la plaza del Centenario, se rinde homenaje a varios de los protagonistas de la gesta.

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Esta estructura fue construida en 1914 e instalada en 1918 como homenaje por el centenario de la urbe. El monumento mide 27 metros y es obra del escultor catalán Agustín Querol; sin embargo, debido a su muerte, Cipriano Folguerasa terminó el proyecto y después el escultor Josep Montserrat siguió con el encargo.

En la base del monumento destacan cuatro próceres que fueron claves en la emancipación del yugo. En posición firme y con dirección a cada punto cardinal destacan José Joaquín de Olmedo (al este), José de Villamil (norte), José de Antepara (oeste), Olmedo y León de Febres Cordero (sur).

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En la base de la Columna de los Próceres también constan ocho medallones de forma circular y trabajados en bronce que representan a Francisco María Roca, Miguel de Letamendi, Gregorio Escobedo, Juan Francisco Elizalde, Luis de Urdaneta, Francisco de Marcos, Francisco de Paula Lavayen y Rafael Ximena, otros patriotas que también ayudaron en la liberación.

Asimismo, el Acta de Independencia se la grabó en el fuste de la Columna de los Próceres, cuyos nombres quedaron en la misma estructura, y además hay una placa con la leyenda “A los padres de la Patria. 9 de Octubre de 1820″.

La icónica Columna de los Próceres resalta la lucha de los valientes patriotas guayaquileños para alcanzar la libertad del yugo de la corona española, aquel histórico amanecer del 9 de Octubre de 1820.

Otro de los sitios en los que se rinde homenaje a los patriotas es el monumento a la Fragua de Vulcano, que fue la reunión de conspiración para lograr la libertad. Esta cita se dio el 1 de octubre de 1820 en la casa de Villamil, cuya localización actual corresponde a las calles Malecón y Elizalde, donde funciona un estacionamiento.

Museo Minautura de Guayaquil recrea parte del proceso independentista.

En los bajos del actual edificio municipal se ubica este monumento. Es más actual, pues fue inaugurado el 25 de julio de 2005. Allí, los visitantes pueden observar a dos grupos de patriotas que comparten el encuentro que ideó la posterior revolución en contra del yugo español.

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De un costado están los bustos representativos de los patriotas Luis Fernando Vivero, Lorenzo de Garaycoa, José de Villamil, Francisco Roca, José de Antepara, Francisco de Paula y Lavayen, Rafael Ximena, que se reunieron para organizar el 9 de octubre.

Sobre el otro costado, hacia el sur, se ubican Antonio Elizalde, Juan Francisco Elizalde, Gregorio Escobedo, León de Febres Cordero, Luis de Urdaneta y Miguel de Letamendi. Mientras, la figura de Olmedo, quien no estuvo en la cita, está en el pasillo central, como si se tratara de una figura inspiradora en la luz de libertad de la urbe.

Este sitio es frecuentado por turistas que llegan a escuchar la importancia de los próceres y su legado independentista.

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Continuando con aquellos espacios que guardan la historia de la libertad, en el Malecón Simón Bolívar hay otro espacio. Un año después de la independencia, el 13 de octubre de 1821, Olmedo también dispuso la erección de un monumento a la Aurora del 9 de Octubre de 1820 frente a la Casa Consistorial, sitio en el que se firmó el acta.

En el actual Malecón Simón Bolívar, en medio del curso de la administración de León Febres-Cordero, el obelisco a la Aurora Gloriosa se levantó e inauguró en una plaza cívica situada en el mismo sitio solicitado en su época por Olmedo.

Y es que el 13 de octubre de 1821, Olmedo hizo público este deseo con una publicación en El Patriota de Guayaquil para disponer la erección del monumento frente a la Casa Consistorial (donde está el Municipio), sitio donde se firmó el acta de la independencia.

Para Olmedo, asimismo, hay un monumento situado en la parte final del Malecón Simón Bolívar. La figura del prócer, que se ubica sentado, está mirando hacia el oriente y fue inaugurada el 9 de octubre de 1892.

Según la Ruta Viva de la Independencia de Guayaquil, recogida por la Empresa de Turismo con la investigación histórica de Parsival Castro, esta figura estuvo inicialmente en la calle de la Industria, en la actual Eloy Alfaro y av. José Joaquín de Olmedo.

Posteriormente, a propósito del aniversario de la independencia, en 1970 fue llevada a un redondel ubicado en Malecón Simón Bolívar y Olmedo. Luego, en el 2001, el monumento cambió de ubicación: se lo colocó en el interior del Malecón Simón Bolívar, en la plaza del mismo nombre del prócer.

A la mayoría de próceres se los recuerda con el bautizo de varias importantes vías, sobre todo, en el caso central: calles Escobedo, Elizalde, Roca. Incluso algunas parroquias llevan sus nombres, como Letamendi y Febres Cordero.

Por ejemplo, la calle Escobedo se inicia en el hospital Luis Vernaza y avanza hasta la Catedral, en el cruce de la calle 10 de Agosto. A lo largo de la vía, que se extiende por unas quince cuadras, hay edificios de importancia histórica como el plantel educativo San José La Salle, la sede de Diario EL UNIVERSO y la dulcería La Palma, que opera desde 1915.

Monumento de José Joaquín de Olmedo, ubicado en el Malecón Simón Bolívar.

En el caso de José Joaquín de Olmedo, la vía que lleva su nombre es una de las que tienen más movimiento por la circulación de automóviles y peatones que se internan en el sector de la Bahía, el punto de intenso comercio de lunes a domingo. Esta calle va desde Francisco García Avilés hasta Malecón Simón Bolívar.

En honor al prócer también en el 2006 se bautizó con su nombre al actual aeropuerto internacional, situado sobre la av. de las Américas, y el año pasado se abrió el plantel fiscal José Joaquín de Olmedo en Samanes.

El historiador y actual asesor institucional del cabildo local, Melvin Hoyos, reflexiona que es importantísimo recordar a los patriotas para el avance de la sociedad.

En momentos en los que la sociedad entra en crisis, como ahora, con problemas delictivos, él dice que esa unión ciudadana y de rechazo colectivo debería observarse en la sociedad; sin embargo, desde su perspectiva, aquello no se visualiza.

Melvin Hoyos, historiador, resalta el aporte de los patriotas en la libertad de Guayaquil y posteriormente de otros pueblos. Foto: El Universo

Aquello, apunta, se debe a la falta de impartición de estos temas en planteles, en escuelas, colegios y universidad, además de la eliminación de los libros de cívica e información histórica, que sobre todo animaban el civismo.

“Cuando se acabó el conocimiento de historia en escuelas, colegios y universidades, eliminando de los libros la cívica e información histórica, que podía animar el civismo, en ese momento comenzó a extrañarse el espíritu del ecuatoriano de los verdaderos valores que deben ser cultivados para que ese espíritu nazca en nuestro cuerpo y podamos decir ‘basta ya’, esto tenemos que pararlo”, reflexiona sobre la situación actual de la sociedad.

Él resalta que el civismo y conocimiento de la historia deben ser difundidos en la población, ya que se alimentaría el amor propio a la gente y los impulsaría a tener modelos de conducta positivos.

“Si hace 203 años esta ciudad fue capaz de resolver un problema irresoluble, que era coger y enfrentar a un ejército sin ejército, a enfrentar a un ejército solo con astucia e inteligencia, si ellos pudieron ver la forma de resolverlo, ¿por qué nosotros vamos a ser menos? Debemos ser dignos de nuestra herencia, por lo menos imitando las acciones que ellos realizaron hace 203 años, ahí radica el valor del conocimiento de la historia”, menciona el historiador.

Deberíamos tomar conciencia de la herencia que recibimos de los mayores, debemos revisarla, porque con toda seguridad encontraremos las respuestas a las preguntas que hoy nos hacemos para resolver los problemas que hoy tenemos y que con seguridad son muy parecidos a los tuvieron nuestros mayores en el pasado

Melvin Hoyos, historiador