Cecilia de Miño llegó, con gafas de sol y ropa suelta, a observar por primera vez la piscina de olas que se levantó entre la calle 44, pasaje 48 y Assad Bucaram, en el Batallón del Suburbio. Ella, junto con Franklin Pazmiño, quienes viven en la zona desde hace más de 40 años, se acercaron a la orilla de la fuente de agua de 1.200 metros cuadrados.