Parte de la historia de Guayaquil se refleja en sus calles, en parques, plazas, museos y edificios de los diferentes sectores. Ciudad libérrima, de ritmo acelerado y crecimiento un tanto desordenado, desde la perspectiva de la planificación urbana, guarda reliquias invaluables, quizás descuidadas y desconocidas por muchos, pero que dan testimonio de cómo fue y evolucionó el Puerto Principal del Ecuador.
En estos días de festejo por los 488 años de proceso fundacional, que se cumplen este 25 de julio, hay quienes en su afán de hurgar en la historia porteña se preguntan, por ejemplo, ¿cuál es el edificio más antiguo de la ciudad?
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La inquietud fue trasladada al Municipio de Guayaquil, instancia que a través de María Isabel Silva, directora de la Unidad Técnica de Patrimonio Cultural, indicó que el inmueble más antiguo en Guayaquil es la Aduana de Hierro, ubicada en lo que actualmente son las calles Vacas Galindo y Luis Fernando Vivero, dentro del complejo de la Armada Nacional.
La estructura de este edificio llegó desde Londres a Ecuador en el barco Pacifique, en 1892, y ya para 1894 estaba en funcionamiento. Era un gran galpón de dos pisos, diseñado para almacenar carga. La planta alta es de planchas de hierro corrugado, y en su momento el inmueble estuvo provisto de una línea férrea que venía desde el muelle, en la calle Vacas Galindo y la ría.
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Coloquialmente se la llama Aduana de Fierro, porque anteriormente hubo otro edificio, donde actualmente está la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) en el campus Las Peñas, conocido como Aduana de Hierro, que se quemó en el incendio de 1896.
“Entonces, para diferenciarla en el barrio del Astillero se la conoció como la Aduana de Fierro a esta estructura”, explicó el investigador Fernando Mancero, presidente de la fundación Bienvenido Gye, quien en 2018 lideró el redescubrimiento de dicho inmueble junto con un equipo de colaboradores.
¿Cuál fue el uso de este edificio?
El inmueble fue requerido por las autoridades a fines del siglo XIX. En 1887 el superintendente de Aduanas, Carlos Stagg Flores, solicitó a la legislatura tomar en cuenta sus observaciones en torno al tratamiento de las sustancias inflamables que se almacenaban en la aduana, por los riesgos que aquello implicaba.
En aquella época la urbe sufría de constantes incendios que causaron mucha destrucción y había la necesidad de que la ciudad tenga un recinto fuera del perímetro urbano para almacenar material de carácter inflamable que se importaba, como objetos explosivos.
Por 1892 el Ministerio de Hacienda aprobó la cancelación de 50.000 sucres al comerciante Martin Reinberg Eder por la importación y construcción de una bodega de hierro para el servicio de la Aduana.
Y tres años después, en 1895, la Ley Aduanas dispuso para el caso particular de Guayaquil que las sustancias inflamables se depositen en el edificio de la Aduana de Fierro o también denominado Bodega de Hierro del fisco.
“De ese modo se llevaban las cargas a un sector que estaba alejado del centro de la ciudad, para evitar los incendios”, mencionó el investigador.
En 1914 el edificio apareció en el inventario de bienes inmuebles del Estado con el nombre de Aduana de Fierro, valorado en 50.000 sucres.
Para 1928, bajo la Ley Orgánica de Aduanas, se estableció que los depósitos de la Aduana no almacenen sustancias inflamables, y con ello se dio por terminada la función que tuvo esta edificación por 34 años.
Posteriormente, el edificio pasó desapercibido por un tiempo al no ser el inmueble principal de la Aduana, y luego formó parte del estanco de alcoholes y licores importados.
“Más tarde pasa a la Armada (no hay indicios de la fecha exacta) y se convirtió en el arsenal naval. Luego de eso fue usado como el comisariato, esta fue la última función. Finalmente quedó como una especie de bodega en la parte superior y en la inferior persisten oficinas improvisadas”, expresó Mancero.
Y añadió que cuando hicieron el comisariato sobre el segundo piso metálico se construyó una losa que sigue allí. El que en su momento fue un galpón tuvo muchos aumentos y adaptaciones a lo largo del tiempo para los diferentes usos que se le dieron.
“Para devolverle su valor patrimonial habría que desembarazarlo de las estructuras que le sobran, como aires acondicionados que ya no funcionan, elementos ajenos a la estructura, ventanas tapadas, techos aumentados, cosas que desdibujan el verdadero aspecto que tuvo”, comentó el presidente de la fundación Bienvenido Gye.
¿Qué planes hay para el inmueble?
Fernando Mancero contó que cuando lideró el redescubrimiento de la Aduana de Hierro junto con otros investigadores, como Parsival Castro, Pedro Valero, Jorge Aycart y Javier Castillo, conoció que la Armada planeaba hacer un museo en el edificio, pero considera que para ello el presupuesto es muy elevado.
“Pienso yo que la Armada necesita apoyo de las autoridades de Cultura y de Patrimonio para que, en una ciudad que lamentablemente ha perdido casi todo su patrimonio, este edificio, que es el más antiguo, sea rescatado”, sostuvo.
Invitado por el Instituto de Historia Marítima, en mayo pasado, Mancero dio la conferencia “La Aduana de Fierro, una sobreviviente inesperada”.
“Esa fue una magnífica experiencia, compartir nuevamente con un público de primera y las nuevas autoridades municipales de Cultura, que de este modo ya están al tanto de la persistencia de este tesoro patrimonial”, expresó él.
En el 2018, el redescubrimiento de este inmueble se dio en el marco de la reedición del libro escrito originalmente por Luis Quintero Robles, sobre el barrio del Astillero, llamado El Astillero, recuerdos lejanos de un barrio noble.
En ese texto hay una referencia del edificio, pero se asume como desaparecido. “Con base en nuestra investigación logramos establecer que existía”, dijo Mancero.
La Armada sabía que el inmueble era antiguo, pero no tenía mayor información, por eso la importancia de la investigación que se realizó hace cinco años. (I)