Guayaquil es una ciudad de muchas sorpresas. Los incendios que sufrió a lo largo de la historia borraron para siempre cualquier rastro de su vida colonial. El gran incendio de 1896 fue uno de los más destructivos, pero no pudo acabar con una joya y reliquia arquitectónica hasta ahora poco conocida.

Se trata de la Aduana de Fierro, una edificación ubicada en las calles Vacas Galindo y Vivero, en el interior del complejo de la Armada Nacional. El sitio sirvió más recientemente como comisariato de la entidad; hoy se lo puede incluso apreciar desde la avenida Eloy Alfaro, aunque lo más probable es que pocos conozcan su historia.

Levantamiento de la estructura

La visión de esta edificación se remonta a 1887. Para entonces el superintendente de aduanas, Carlos Stagg Flores, solicitó a través de un informe que se trate en la reunión de la legislatura las observaciones por él realizadas, entre ellas el tratamiento de las sustancias inflamables que se almacenaban en la Aduana por los riesgos que ellas representan.

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El 2 de marzo de 1892 el Ministerio de Hacienda aprobó el pago de 50.000 sucres al comerciante Martín Reinberg Eder por la importación y construcción de una bodega de hierro para el servicio de la Aduana.

Para el 19 de marzo de ese mismo año el ministro de Hacienda solicitó al gobernador del Guayas, José María Plácido Caamaño, que se despache libre de derechos de importación la bodega de fierro conducida en el vapor Pacifique, que zarpó con la estructura desarmada desde Liverpool (Inglaterra), a consignación de los señores Reinberg.

La Junta de Hacienda aprobó el 7 mayo de 1892 la contratación de José Barroso para la construcción del edificio de la Aduana de Fierro por un costo de 17 900 sucres. Entonces el constructor se comprometió a pintar el edificio, colocarle pararrayos y una tubería de desagüe que daba al río Guayas.

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Tres años después -a un año de que se suscite el denominado gran incendio que arrasó con gran parte de la ciudad, aunque lejos de la edificación- la Ley de Aduanas solicitó para el caso particular de Guayaquil que las sustancias inflamables se depositen en el edificio de la Aduana de Fierro, también denominado bodega de hierro del Fisco.

Para 1914 la edificación estaba valorada en 50 000 sucres y aparecía en el inventario de bienes inmuebles del Estado con el nombre de Aduana de Fierro. La actividad en el sitio se mantuvo por mucho tiempo después, ya que en 1916 dentro del presupuesto del Estado se contempla el pago de 150 sucres mensuales para el guardalmacén de la Aduana de Fierro. Pero en 1928, bajo el artículo 247 de la Ley Orgánica de Aduanas, se estableció que los depósitos de la Aduana no almacenarán sustancias inflamables, con lo que se dio por terminada la función que tuvo esta edificación por cerca de 34 años.

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"De allí pasa un tiempo a formar parte del estanco (de alcoholes), al parecer; luego la historia se vuelve un poco difusa. No hay todos los papeles, no sabemos en qué momento pasó de depender de la Aduana a depender de la Marina”, indica el investigador Fernando Mancero, presidente la Fundación Bienvenido Guayaquil, quien lideró el redescubrimiento de la Aduana de Fierro junto con un equipo de colaboradores.

Redescubrimiento

Para la ubicación de la aduana, Mancero se basó en la descripción que realizó Luis A. Quintero Robles (1917-1997) en su libro ‘El astillero, recuerdos lejanos de un barrio noble’, lanzado originalmente en 1989. Quintero describe en su libro los detalles de la estructura, no obstante, asume que la edificación ya no está en pie.

“Esta 'Aduana de Fierro' era un edificio curioso, un galpón muy alto de paredes de planchas de zinc, con una puerta corrediza de planchas de hierro, de dimensiones muy grandes, aquí se almacenaban los tanques de alcohol que llegaban por el río, se desembarcaban en el muelle y luego eran transportados por los carritos mencionados al interior de su depósito”, escribió Quintero en su obra.

“Por él (Luis A. Quintero) es que conocimos la Aduana de fierro y nos dio por investigar”, comenta Mancero, quien indica que junto con el abogado Jorge Aycart Tutivén decidieron reeditar hace menos de un lustro el libro de Quintero, para mejorar y ampliar situaciones que el autor no pudo precisar, debido a la tecnología y recursos disponibles en la década de 1980.

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Para dar con la ubicación exacta de la Aduana de Fierro se contó con la colaboración del investigador Pedro Valero Merino, quien sugirió que la Aduana de Fierro estaba ubicada en el complejo de la Armada Nacional. Durante las indagaciones respectivas se consultó al entonces comandante de Operaciones Navales y de la Primera Zona, contralmirante Darwin Jarrín Cisneros, quien actualmente es comandante general de la Armada del Ecuador. Él indicó que sabían sobre el edificio, pero que no tenían mayores detalles, pero que, sin embargo, se tenía conocimiento de que era muy antiguo y probablemente contemporáneo del Mercado Sur (actual Palacio de Cristal).

Mancero detalla que en los trabajos de observación para verificar que esta era la Aduana de Fierro también se contó con el historiador Parsival Castro, además de arquitectos y otros especialistas entendidos en la parte técnica para datar el edificio. Además de que estudiantes de la Universidad de Guayaquil realizaron el relevamiento desde el punto de vista patrimonial, en el cual están las especificaciones de los elementos de esta estructura; así, por ejemplo, se tienen detalles de tornillos, placas, ventanas, pernos, remaches, etc.

“En muchas descripciones se le dice la Aduana de Fierro, así aparece también en mapas y coloquialmente en el barrio era conocida como la Aduana de Fierro; todo esto es importante para no confundirla con la Aduana de hierro, que corresponde a la Aduana de hierro que estaba ubicada en el norte, donde hoy está el campus Las Peñas de la Espol”, destaca el presidente de la Fundación Bienvenido Guayaquil.

La Aduana de fierro hoy está sin uso, aunque se ha planteado darle una nueva actividad como un museo. (I)