A las 11:00 de Londres (05:00 de Ecuador) comenzó la ceremonia de coronación del rey Carlos III como soberano del Reino Unido y de los otros catorce reinos que forman parte de la Mancomunidad de Naciones.
Carlos Felipe Arturo Jorge, de 74 años de edad, llegó junto con su esposa. Cada uno entró a la abadía de Westminster escoltado por su respectivo séquito entre cantos de “Salve, rey Carlos” y “Salve, reina Camila”, hasta llegar en frente de dos reclinatorios al centro de la capilla, donde un paje les dio la bienvenida en nombre del Rey de Reyes.
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Carlos III y Camila salen al balcón de Buckingham y el público corre a recibir su saludo
Detrás del rey entró el príncipe Guillermo, heredero al trono, y su esposa, la princesa Catalina de Gales. El príncipe Enrique (Harry) también estuvo presente, pero se retiró discretamente nada más acabar la ceremonia.
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A los invitados se les recordó que se han reunido para orar por Carlos, quien ha sido “consagrado al servicio de su pueblo”.
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A continuación, los invitados a la abadía, en representación del pueblo británico, fueron conminados a presentar su lealtad al nuevo soberano. Varias veces prometieron: “¡Serviré al rey Carlos!”.
Él, por su parte, se comprometió a servirlos a ellos “en justicia y misericordia”, de acuerdo a sus costumbres y tradiciones. También juró mantenerse fiel al Evangelio y a la Iglesia de Inglaterra. A medida que hacía sus promesas, se inclinaba a besar la Biblia.
El rey también dio su palabra, en oración, de gobernar igual para todos los súbditos, cualquiera que sea su fe o creencia, recordando las palabras de Jesús, de haber sido escogido “no para ser servido, sino para servir”, resaltando los valores de libertad y paz. Solo entonces los reyes se sentaron en los tronos preparados para ellos.
El primer ministro británico, Rishi Sunak, tomó la palabra minutos después, para citar también las Escrituras, específicamente, el primer capítulo de la carta a los Colosenses, y sumar así al carácter profundamente religioso de la ceremonia.
Carlos III, ungido como rey con aceite traído de Jerusalén
El rey fue despojado de su capa y su túnica, y quedó en camisa para el momento en que fue ungido. Este rito no se hizo a la vista de los asistentes, pues un grupo de oficiales montó una cámara portátil bordada con motivos religiosos. Dentro de este espacio, Carlos III recibió el aceite que lo consagra al trono, entre cantos de: “¡Regocíjense, Dios salve al rey! ¡Que viva por siempre!”.
Cuando retiraban las cámaras, Carlos reapareció arrodillado, mientras cuatro representantes de la Iglesia de Inglaterra oraban por él, con las manos extendidas. Luego le colocaron una nueva túnica blanca y una capa dorada, a diferencia de la anterior, de color púrpura.
El rey recibió de ellos la Espada del Estado, como símbolo de su gobierno y de su deber de “resistir el mal, no para hacer juicio, sino justicia”, y se sentó momentáneamente en el antiguo trono de San Eduardo, considerado el mueble más antiguo del Reino Unido, ubicado justo en el centro de la abadía.
Su hijo, el príncipe Guillermo, se acercó para ponerle sobre los hombros la banda real, mientras que los religiosos le colocaban otro manto, para ser cubierto por la divinidad con rectitud y salvación. Le entregaron también el Orbe del Soberano, una joya de oro incrustada con diamantes, con la forma del globo terráqueo, para recordarle que el gobierno del mundo pertenece a Dios.
Y también el Cetro del Soberano, símbolo de su poder en la tierra. En este está el Cullinan I, un diamante tallado de 530,2 quilates también conocido como la Estrella de África. Así mismo, se le dio la vara de la Equidad y la Misericordia, al ser reconocido como gobernante de la Iglesia de Inglaterra.
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Finalmente, se le puso la corona de San Eduardo, de oro macizo y está rodeada de rubíes, zafiros y otras joyas, recubierta por terciopelo púrpura y una banda de armiño. Solo durante la ceremonia, pues pronto la cambió por la Corona Imperial del Estado, fabricada en 1937.
El principe Guillermo volvió a intervenir, arrodillándose delante de su padre hasta quedar a la altura de sus ojos y prometerle lealtad, y defenderlo con su propia vida. Luego se inclinó y lo besó, mientras el rey le daba las gracias.
La ceremonia se trasladó al área donde esperaba la reina consorte Camila, quien recibió el anillo y también la corona que la señalan oficialmente como reina. Sonriente, puso su mano sobre vara de Equidad y Misericordia, aunque esta no le fue entregada. También se la invitó a sentarse en un nuevo trono, preparado a pocos metros del de Carlos III.
La misa concluyó con la presentación de los elementos de la última cena de Jesús, el pan y el vino, y con la recitación de la oración Padre Nuestro, hecha por todos los presentes. Toda la ceremonia fue presidida por Justin Welby, el centésimo quinto Arzobispo de Canterbury, líder espiritual de la fe anglicana.
Hay que recordar que la Iglesia de Inglaterra se separó de la Iglesia de Roma cuando el papa Clemente II se rehusó a anular el matrimonio del rey Enrique VIII con Catalina de Aragón. El Parlamento inglés, a pedido del rey, produjo una serie de actas que separaban a la iglesia de su país de la jerarquía romana, y lo convertían a él en la cabeza de la institución, en 1534.
Al concluir, los reyes fueron escoltados hacia el fondo de la abadía, mientras el coro y la orquesta interpretaban un set final de cantos, y los invitados empezaban a mirar, inevitablemente, hacia la puerta.
Sin embargo, todos permanecieron en sus puestos según el protocolo, mientras el pequeño Luis de 5 años, hijo menor de los príncipes de Gales, y nieto del rey, fue captado varias veces bostezando. Su hermana Carlota, en cambio, estuvo atenta a toda la ceremonia, y su hermano Jorge fue uno de los pajes de honor de su abuelo, Carlos III.
El rey y la reina volvieron a aparecer en la abadía para hacer su salida oficial, junto con las autoridades de la Iglesia. Carlos III sostenía el cetro y el orbe en la mano, y llevaba aún la corona de San Eduardo, mientras pasaba entre las filas de familiares e invitados.
En la puerta de la abadía fueron saludados por campanas y trompetas, y conducidos al carruaje dorado que los llevaría de regreso al Palacio de Buckingham. A las 07:11 de Ecuador, 13:11 del Reino Unido, el vehículo salió de la iglesia.
Tras el fallecimiento de su madre la reina Isabel II, Carlos ascendió al trono en septiembre de 2022, moviendo además la línea de sucesión al trono, cuyo primer heredero es el príncipe de Gales Guillermo y posteriormente sus tres hijos: Jorge, Carlota y Luis. Ya en quinta posición aparece el segundo hijo de Carlos y Diana: Enrique, quien vive junto a su familia en Estados Unidos.
La ceremonia de este festivo fin de semana se desarrolló este sábado 6 de mayo en la Abadía de Westminster donde se ejecutó con éxito la operación Orbe de oro, como se denominó el plan para proteger la ruta de entrada y salida de la abadía, que incluyó francotiradores en los tejados y agentes de civil, detectores de metal, perros rastreadores y una zona de exclusión aérea sobre el centro de la ciudad.
La policía también utilizó tecnología de reconocimiento facial en las calles.
Decenas de miles de curiosos abarrotaron el Mall, la gran avenida que parte del Palacio de Buckingham, para ver pasar la carroza real, acompañada en procesión por miles de militares en uniforme de gala, para la primera coronación de un monarca británico en 70 años.
Durante el acto se colocó un anillo especial en el cuarto dedo del soberano, que simboliza que está “casado” con el pueblo y se entregará otro -que se utilizó en la coronación de la Reina Madre- a Camila.
Siguiendo la tradición, los monarcas lucieron cada uno dos atuendos diferentes durante el servicio, a su llegada a la Abadía de Westminster y a la salida, estos últimos con un diseño más personalizado, una vez concluido el acto.
De esta manera, por ejemplo, Carlos III llevó primero una túnica de terciopelo carmín, fabricada para Jorge VI en 1937 y a su salida se puso otra en seda morada con bordados en oro.
La fiesta de coronación tiene otras dos partes que se desarrollarán el domingo 7 de mayo: un almuerzo para los 2.000 invitados y un concierto donde unas 10 mil personas podrán ver la actuación de Katy Perry, Lionel Richie y Take That. (E)