Ponemos en la memoria de la comunidad un acontecimiento significativo para el Ecuador republicano: la jornada popular del 28 de mayo de 1944, que para muchos historiadores, sociólogos y politólogos sí tuvo el valor de una revolución a pesar de que ciertos usufructuarios de la acción se aprovecharon del momento y traicionaron los principios motivadores.

Asimismo, hay quienes le niegan el calificativo de ‘La Gloriosa’ con que los simpatizantes la bautizaron; sin embargo, existe un criterio generalizado de que aquella ocurrió en momento oportuno para poner fin al cuestionado gobierno –la ‘dictadura constitucional’– del doctor Carlos Alberto Arroyo del Río, elegido para el periodo presidencial 1940-1944.

Civiles, líderes prominentes, intelectuales y militares se unieron para preparar y culminar el movimiento destinado a la recuperación de las libertades públicas conculcadas, vencer la galopante crisis económica y otras causas que tornaban aún más desalentador el panorama de la patria, herida por la invasión peruana de 1941 y la mutilación de su territorio.

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Por el triunfo de la revolución, gracias al aporte de todas las fuerzas políticas del país se crearon instituciones como la Casa de la Cultura Ecuatoriana, la Confederación de Trabajadores y la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador. Entre los obreros, militares, intelectuales, periodistas y pueblo que lucharon constaron Francisco Arízaga Luque, Aparicio Plaza, Pedro Saad, Enrique Gil Gilbert, Manuel Agustín Aguirre, Sergio Enrique Girón y otras figuras. La Acción Democrática Ecuatoriana (ADE, tuvo papel preponderante en las acciones.

A los 67 años de haber ocurrido y de tener como escenario mayor a Guayaquil, la revolución popular del 28 de mayo de 1944 todavía es tema de análisis. Sobre sus orígenes y proyecciones se han escrito numerosos ensayos, novelas y textos políticos que buscan poner luz en el discutido asunto y colocar a los protagonistas en el que lugar que les correspondió.