ESCUCHA DE TODO. Salsa, merengue, pop y baila reggaetón. Pero la electrónica le llega, y es el género que Löla Pink escogió para expresarse como músico.

Este gustito por la electrónica le viene desde los 12 años. Tiene amigos DJ y solía ir a Suruba (hoy Fizz), cuando allí se hacían las fiestas electrónicas de Guayaquil. Su dueño, Lucho Chiriboga, la encaminó y el DJ local José Elías Wated estuvo entre sus mentores. Pero fue en Estados Unidos, a los 19 años, cuando fue a trabajar con unos amigos diseñadores y “ le entró el bichito” por aprender a mezclar.

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Pero Löla, de 27 años, no siempre se ha llamado Löla. Antes de la música era Paola Gálvez, guayaquileña de nacimiento, graduada en el colegio Steiner hace diez años y residente de la vía a Samborondón (sector de La Parrilla del Ñato). Estudió infografía digital y diseño en el Instituto Gráfico de Ciencias y Artes Digitales (Igacd). Aprendió diseño y fotografía y otras artes. De ahí su pasión por las fotos, los logos, la moda, todo lo visual.

Löla Pink

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Un amigo cubano fue el que la bautizó así, al apuro, y le gustó. Löla se pronuncia “loula, como en alemán”, pero aquí todos le dicen Lola a secas. “Tenía una serie de tocadas y necesitaba hacerme unas tarjetas de presentación, fue algo rápido, pero el nombre quedó”, dice ella.

Tiene pinta de Lolita. Con 27 pero cara de adolescente. Estatura media, pantalón pegado, pelo largo, claro y despeinado. Su forma de ser no es muy pink, es más bien metálica. Habla con energía y mezcla las ideas como cuando crea sus temas: rápido y preciso.

El mundo de la electrónica en Ecuador es como un pueblo chico. Si vas a una fiesta, siempre te encuentras a la misma gente. Para Löla esto tiene sus ventajas y desventajas porque es un grupo compacto pero el género no se explota, no gana demasiados adeptos. “Mi intención es darle un giro de 180 grados al ambiente electrónico local. Hay muchas cosas por hacer y mucho talento nuevo que vale la pena apoyar”, asegura.

Dice no encasillarse en nada, porque al aferrarse a un estilo se pierde el gusto. “Fusión, como la comida fusión”, dice. Trance, minimal, tech house, chill out, por nombrar algunos (en internet, sin navegar más de dos minutos, se encuentran más de 100 subgéneros de música electrónica).

Tampoco tiene un exponente preferido. Nada de Guettas (David) ni Tiestos. “Kabuto & Koji” (de Costa Rica), por nombrar alguno, “pero me gustan muchísimos”. Entre los locales, resalta el trabajo de los DJ Encebollado Man (de Montañita) y Pancho Piedra (de Cuenca), por su juventud y calidad.

Löla ha hecho hip hop, chillout, rap y pop. Pero quiere sumar cosas a la música, aprovechando su trabajo como fotógrafa, modelo de pasarela y diseñadora de lencería. Que la gente vaya a las fiestas y conciertos por la música, y por exposiciones fotográficas y de otros artistas, que tengan qué escoger.

La electrónica mueve, y no muy por debajo de la mesa, drogas. “Se pueden encontrar drogas en las fiestas, pero las dos cosas no van de la mano. Las fiestas son para gente con criterio, no para que vaya un niño de 15 años que puede recibir algún tipo de influencias”, explica.

Camino por andar

Su música se ha escuchado en Estados Unidos, Venezuela y Colombia. En el país toca en las fiestas en Bayres, un lounge en Urdesa, Mítico Beach en Salinas, y en bares, discotecas y fiestas en Montañita. El pasado fin de semana del 28 de enero tocó allí, en la fiesta de inauguración del Reef Conquer y el 12 de febrero estará en el Fashion Beach Playa FTV, en Salinas.

Junto a su amigo Daniel Campoverde intentan mover el ambiente. Se han pasado semanas grabando en mode creativo en una casa al norte de Guayaquil. El resultado, mezcla de percusión, y efectos de sonido. Minimal y profundo.

Se pone los grandes audífonos, se acerca al tocadiscos, junto a la consola, los LP y la infaltable Mac con su manzanita brillante. Y se pierde, se va en la música.