Aunque la historia de los zapateros y de los modestos talleres que confeccionaban calzado y prendas similares en la ciudad se remonta mucho antes de la primera mitad del siglo XX, lapso que tomamos para nuestra evocación en esta crónica volandera, fueron precisamente las primeras cinco décadas de la centuria pasada cuando tomaron vigencia los productos de afamados establecimientos que todavía los evocan vecinos de la metrópoli que bordean los 60 y 70 años de edad.