El empresario de origen alemán Julio Vickenhauser que puso en funcionamiento  los tradicionales cines guayaquileños Edén e Ideal, también inauguró a principios de la segunda década del siglo pasado el cine Victoria, ubicado en Daule (actual Pedro Moncayo) entre Clemente Ballén y Diez de Agosto.

En cambio, por el espíritu visionario de la empresa de los hermanos Romero Vélez, el miércoles 25 de diciembre de 1935 abrió sus puertas a la comunidad guayaquileña el teatro Apolo, cuya propaganda lo presentaba como ‘el más amplio, seguro y ventilado de la República’.

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Así entonces, estos establecimientos se sumaron al buen número de negocios similares existentes en la ciudad y echaron mano a una serie de recursos para ganar clientes gracias a la originalidad de sus programaciones.

Es por eso que no se limitaron a ofrecer la proyección de películas, sino que ofrecieron programas de diferentes expresiones artísticas y hasta de curiosa connotación deportiva y popular.

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El Victoria, por ejemplo, mantenía un ring para encuentros de boxeo, era espacio para festivales bailables de carnaval y por su escenario desfilaron continuamente compañía de variedades, grupos de teatro, magos, prestidigitadores, ventrílocuos, ilusionistas, etcétera.

Solo cuando comienzan a escasear los espectadores a las salas de cine, el Victoria dejó a un lado las clásicas películas americanas y mexicanas para incluir las ‘porno’ en el afán de atraer clientes.

Sin embargo, son muchos los guayaquileños que añoran su época de niñez y juventud cuando presurosos concurrían a disfrutar de las carteleras de vermú y matiné a bajo costo, que lo convirtieron en querido   cine de barrio.

El teatro Apolo mantuvo su hegemonía y era muy usual ver su luneta y galería atestadas de público, especialmente en los fines de semana y fiestas cívicas, además de los días de los esperados estrenos.

Sus propietarios le dieron gran impulso por el cuidado que tenían al escoger las películas de cada función y por los artistas ecuatorianos y extranjeros que presentaron en su prestigioso escenario

Desde su inauguración en 1935 cuando presentó en noche de gala las compañías William Head-Carretero para la doble temporada teatral en la que participaron doce profesores de orquesta, el Apolo ofreció continuamente y a lo largo de varios años la participación de estrellas de la música, ballet, comedia, etcétera.

Allí estuvieron recibiendo el aplauso del público Lucho Gatica, Ana Bertha Lepe, María Luisa Landín, los Embajadores Criollos, el ilusionista Kosman, la orquesta Capricho Español y la compañía de magia e ilusionismo Richardine.

De la misma manera, Javier Solís, Felipe Pirela, los tríos Caribe y Martino, Los Amaya, la compañía de variedades de Ernesto Albán, la bailarina Blanca Amaro, Raúl Videla, las orquestas Costa Rica Swing Boys, Capricho Español, Alfredo Rodríguez y otras  estrellas que repitieron sus presentaciones en esta ciudad por la acogida recibida.

Episodio ’histórico’ fue el que protagonizó el cantante boricua Daniel Santos en 1956, cuando no pudo seguir actuando y el público como represalia destrozó gran parte del local. El artista fue detenido y llevado al Cuartel Modelo, donde entre rejas compuso la famosa guaracha Cataplum pa’ dentro anacobero y el bolero Cautiverio.

Al igual que el Victoria y otros similares, el Apolo también enfrentó al DVD, el cine en casa, la piratería de películas y desapareció. Pero dejó una estela de sabrosos recuerdos en sus asiduos clientes que aún lo añoran.