Guayaquil huele a palo santo. Todo comienza después del primer aguacero, cuando los mosquitos empiezan a brotar de pozas y charcos. En las aguas limpias y estancadas se reproduce la amenaza. Desde esas plataformas, el anofeles y el Aedes aegypti vuelan, zumban, pican y transmiten el paludismo y el dengue, respectivamente.