Reinhard Siekaczek estaba medio dormido cuando sonó el timbre de su casa una mañana muy temprano, hace dos años. Se asomó por la ventana de su cuarto, bajó de prisa las escaleras y abrió la puerta principal.
Parados frente a él estaban seis policías y un fiscal. En ese momento, Siekaczek, ex contador para el gigante alemán de ingeniería Siemens A.G., supo que su vida secreta había llegado a su fin. “Los estaba esperando”, dijo a los oficiales.
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Para comprender cómo Siemens terminó pagando 1.600 millones de dólares, la multa más grande por sobornos en la historia corporativa moderna, vale la pena ahondar en el caso de Siekaczek, una de las personas que arregló el torrente de pagos a funcionarios bien colocados alrededor del mundo.
Desde el 2002 hasta el 2006, dice, tuvo bajo su supervisión un presupuesto anual de sobornos de entre 40 millones y 50 millones de dólares. Los pagos eran vitales para mantener la competitividad de Siemens en el extranjero, en particular en la subsidiaria de Siekaczek, que vendía equipo de telecomunicaciones.
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La compañía difícilmente es el único gigante corporativo bajo escrutinio por parte de los fiscales. Sin embargo, el caso Siemens es notable por su alcance, las sumas de dinero involucradas y el celo organizacional con el que la compañía utilizó los sobornos para asegurar contratos.
También es un modelo de algo que alguna vez fue extremadamente poco común: la cooperación transfronteriza entre funcionarios de impartición de justicia. Los fiscales alemanes abrieron el caso en el 2005 y las autoridades estadounidenses se involucraron en el 2006 porque las acciones bursátiles de Siemens se cotizan en la Bolsa de Valores de Nueva York. En su arreglo con el Gobierno de Estados Unidos, la compañía se declaró culpable de violar la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero.
La unidad de Siekaczek pagó más de 800 millones de los 1.400 millones de dólares en pagos ilegales realizados por Siemens del 2001 al 2007, entre ellos 5 millones de dólares para ganar un contrato de telefonía celular en Bangladesh y 12 millones 700.000 dólares en Nigeria.
En Argentina, otra subsidiaria de Siemens pagó por lo menos 40 millones de dólares en sobornos para ganar un contrato de mil millones de dólares para producir tarjetas de identidad nacional. En Israel, la compañía proporcionó 20 millones de dólares a funcionarios gubernamentales de alto nivel para construir plantas de energía.
En Venezuela, fueron 16 millones para líneas de ferrocarril urbano. Y en Irak, 1.700 millones de dólares para Saddam Hussein y sus secuaces.
Siemens inició esta práctica mucho antes de que Siekaczek aplicara sus habilidades contables a la tarea de organizar los pagos.
Después de que la Segunda Guerra Mundial dejó a la compañía hecha pedazos, recurrió a mercados en países menos desarrollados, y el soborno se convirtió en una técnica de ventas confiable. “El soborno era el modelo de negocios de Siemens”, declaró Uwe Dolata, vocero para la asociación de investigadores criminales federales, en Alemania.
En otro tiempo, sobornar a un funcionario extranjero no era una ofensa criminal en Alemania. En febrero de 1999, Alemania se adhirió a la convención internacional que prohíbe los sobornos extranjeros.
En lugar de acatar la ley, Siemens creó un sistema interno débil que hizo poco para castigar a los malhechores, de acuerdo con documentos del tribunal.
Los administradores del grupo de telecomunicaciones decidieron enfrentar la posibilidad de una medida represiva con sobornos más difíciles de detectar. Recurrieron a Siekaczek, conocido por su honestidad personal y su profunda lealtad a la compañía. “No tenía nada que ver con ser respetuosos de la ley, porque todos sabíamos que lo que hacíamos era ilegal”, reconoció.
“Lo que importaba era que la persona puesta a cargo fuera estable y no se descarriara”.
Siekaczek echó a andar las cosas al traspasar dinero a Liechtenstein y Suiza, donde las leyes del secreto bancario proporcionaban una mayor protección.
El ardid empezó a venirse abajo cuando los investigadores en varios países empezaron a examinar transacciones dudosas. Varios fiscales en Italia, Liechtenstein y Suiza pidieron ayuda a sus contrapartes alemanas, al proporcionar listas de empleados de Siemens sospechosos. Los funcionarios alemanes decidieron entonces actuar.
El 15 de noviembre del 2006, día en que la Policía tocó a la puerta de Siekaczek, otros oficiales recorrieron toda Alemania, hasta las oficinas generales de Siemens y las casas de varios ejecutivos.
En total, Siemens pagará más de 2.600 millones de dólares: 1.600 millones en multas y honorarios y más de 1.000 millones de dólares por investigaciones internas y reformas. Sin embargo, aún enfrenta incertidumbres legales. Los funcionarios estadounidenses y alemanes dijeron que las investigaciones continuaban.
Siekaczek fue sentenciado a 2 años de libertad condicional y a una multa de 150.000 dólares.