“Ya quiero cambiar esta imagen que me regalaron hace tiempo y poner una de Cristo bonito sobre la puerta”, dice.

Él lleva más de 60 años colocando la imagen en el mismo sitio y asegura que mantendrá viva la tradición a través de sus descendientes.

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“Tengo tres hijos y seis nietos, y mi esposa y yo les hemos inculcado esto”, afirma.

Cianca se regocija, además,  por vivir en un barrio donde desde el viernes pasado las casas empiezan a engalanarse con sus cuadros.
 
La  imagen luce sencilla hasta un día antes de la procesión, cuando añade dos ramos de flores para adornarla. “No lo hago antes porque las flores se queman”, comenta.

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Este devoto a Cristo Rey piensa que el cuadro es un  recuerdo “de la grandeza de Dios, pero sin acciones no hay nada”, por lo que asiste a la procesión   todos los años. 

Él guarda una única preocupación con respecto a esta fiesta católica: “Mucha gente siente vergüenza de esta tradición y como el tiempo ya no es como antes se puede ir perdiendo de a poquito”.

Sin embargo, cientos de balcones lucen la imagen desde ayer. Esta tradición data de 1926, cuando la Iglesia tuvo problemas debido a acciones anticlericales de los liberales.