Una de las figuras más emblemáticas del liberalismo ecuatoriano que peleó por el triunfo de la revolución liberal del  5 de junio de 1895 y  la consecución de los cambios políticos y sociales que aquella propugnaba, fue el general Pedro J. Montero Maridueña, asesinado el 25 de enero de 1912 en Guayaquil.

La muerte del oficial fue el terrible presagio de lo que sucedió tres días después en Quito, cuando en manos de una sediciosa turba murieron Eloy Alfaro, líder del movimiento transformador, y otros leales seguidores. Montero sumó su nombre a otros mártires del liberalismo como Luis Vargas Torres y Nicolás Infante.

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La política imperante y los bandos irreconciliables entre los liberales decidieron en la situación de entonces. La campaña del  11 al 22 de enero, con los combates de Huigra, Naranjito y Yaguachi determinaron aún más el desenlace de las cosas, pese al tratado que se firmó entre los jefes insurrectos y el Gobierno.

Así pues, en momentos de un consejo de guerra que lo juzgaba, Montero fue atacado y perdió la vida, su cadáver arrastrado y prendido fuego en la plaza de San Francisco. El fanatismo, la deslealtad y la traición consumaron el horrendo crimen contra el valiente uniformado seguidor del Viejo Luchador.

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Pedro  J. Montero Maridueña, llamado el Tigre de Bulubulu, nació en Yaguachi en junio de 1862, estudió en Guayaquil y joven se vinculó al liberalismo. Participó en muchos combates y campañas como  La Aurora, Quevedo, Gatazo, Químiag, Chasqui, Cuenca, entre otras.