El arroz con menestra

Mi abuelo le contaba a mi padre que el arroz con menestra de fréjoles o lentejas, acompañado por carne asada a leña o carbón, ya se comía muchísimo antes en las meriendas de los hogares desde siquiera el inicio de la segunda mitad del siglo XIX.
 
Pero este plato tan difundido en Guayaquil se lo preparaba únicamente en las casas particulares y solo para la comida en la noche, constituyendo una especie de tradición casi obligatoria y diaria en la gastronomía popular.
 
Excepto en rarísimos casos, el arroz con menestra nunca era parte del menú  de los restaurantes, ni de otros salones de comida, ni siquiera de fondas populacheras. En cambio, en todos los hogares, por más adineradas o pobres que hayan sido las familias, era un deleite que se lo mantenía en privado, en la intimidad del hogar.
 
Y es casi a fines de la década  del cincuenta, que el arroz con menestra se hizo público entre los guayaquileños, pues el restaurante Flamingo, situado en la avenida Nueve de Octubre  y Boyacá, comenzó  a venderlo a sus clientes  a partir de las 18h30, sacándolo  del interior de los hogares   para colocarlo por primera vez y de manera formal  como nueva opción culinaria en el menú de los restaurantes.
 
Fue una idea sencilla de marketing de la familia Ramos, a cuyos varones se los apodaba chagras en tono amigable, pero a la vez fue una idea sumamente novedosa que a nadie se le había ocurrido  antes, o sea, trasladar el aroz con menestra de la casa al salón, del hogar al restaurante.
 
Del libro Mi segunda infancia: un adulto evoca al Guayaquil de ayer, por Juan Gilbert Rizzo.