De Alpamallag, la hacienda familiar, solo recuerdo la cebada y los pencos con sus altísimos chagüarqueros. Tal vez cosechaban algún otro cereal porque en mi casa se tomaban, casi a diario, diferentes coladas. La mazamorra, como la llamaba papá, era una sopa espesa que llevaba col, papa y que los huasicamas la comían con maíz tostado. Una verdadera ricura que mi hermana Alicia había detestado desde chica. Mamá reía al contar que ella pensaba que, por economizar, el ministro de Economía solo comía coladas.

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Con la cara desencajada un despeinado candidato grita: El Estado metételo en el orto la @#$&*% de tu madre… (No lo dice con signos, pero si lo reproduzco literal me botan del diario). Para explicar lo que para él es el Estado usa “su metáfora preferida de niños envaselinados sometidos a un violador”*. Sin comentarios.

Mi #HijaFavorita vive en Argentina y a mí me tranquiliza que Massa haya ganado la primera vuelta electoral y lo digo en X, entonces arremete mi #HijaPreferida y comenta: Por suerte eres escritora y medio hippie. La Economía y las Finanzas no son lo tuyo.

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Entonces pienso, ¿quién sabe de Economía y Finanzas? Los economistas y financistas neoliberales o los socialistas, seguro que no, ambos llevan las aguas a su molino, se enriquecen y nos miran de lejos a los trabajadores.

Mi #HijaPreferida tiene razón: yo no sé de economía, pero sí entiendo lo que veo y lo que leo.

Definitivamente, lo mío no es la Economía. Lo mío es la gente, la humanidad, la cordura, las letras, los libros, el abrazo.

El canófilo que podría llegar a ser presidente de un gran país como Argentina, según analiza Marcelo Falak: “Las últimas dos semanas del ultraderechista fueron un circo hecho de proyectos de renuncia a la paternidad, rupturas de relaciones con el Vaticano comunista y privatización de las ballenas. Con Milei ahora más lejos del favoritismo que se le atribuía y con su necesidad de echarse en brazos del “socialismo amarillo” del PRO, el proyecto dolarizador –esa amenaza que, para peor, era anunciada, sin dólares para el rescate de los pesos y sin una paridad conocida– queda más en entredicho que nunca”.

En efecto, no sé de Economía, pero para escuchar a Lilia Lemoine decir que las mujeres pinchan los preservativos para embarazarse y que los hombres tienen derecho a renunciar a la paternidad, no necesito saber de Economía.

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Tampoco la necesito para erizarme ante la posibilidad de convertir a los bebés en un producto que se puede comprar y vender, igual que una libra de carne o de harina o de pan. Supongo que todo encaja porque quienes los venderán serán las madres que embarazaron a un tipo contra su voluntad; y él, ejerciendo su derecho, no se hará cargo; y ella, para no tener que comer solo colada, vende al bebé. Cierra bien, ¿no?

Alguien que sí sepa de economía podrá decir que son frases de campaña que le dictan sus asesores, que lo relevante es su propuesta de libertad de mercado. Pero tergiversar la historia, pasarse por el forro el dolor, denostar la memoria de sangre y represión de un país, y “celebrarlo con risas” como da fe Sebastián Lacunza*, ya es perverso, demencial.

Ecuador vs. Argentina

Definitivamente, lo mío no es la Economía. Lo mío es la gente, la humanidad, la cordura, las letras, los libros, el abrazo. (O)