En el país se acaba de aprobar, después de un largo proceso, la Ley de salud mental. La reciente normativa promueve, regula y garantiza el derecho al cuidado de la salud mental en el marco de un escenario social integral. Es un paso legislativo importante que posiciona a la salud mental como un derecho y permite comprender las correlaciones de la estabilidad emocional en el complejo sistema de convivencia a nivel local y global, garantizando el acceso a servicios médicos en ese ámbito.

La salud mental es un derecho humano

La armonía psíquica es el resultado de una serie de factores, tanto sociales como individuales. El inédito impacto mundial de la pandemia COVID-19 marcó la salud mental de todos los habitantes del planeta. Se potenciaron la depresión, suicidio, adicciones, violencia y ansiedad, como manifestaciones de sufrimiento moral. El bienestar anímico tiene que ver con lo emocional, psicológico y social. La salud del individuo en esos ámbitos exige, además del cuidado que debe brindar el sistema público, comportamientos personales de adaptación o resiliencia, como hábitos de vida saludables, construcción y vivencia de momentos de esparcimiento en los que la gente comparta… entre otros. En el espacio de lo público, se encuentran factores como el acceso a un trabajo adecuado, remuneraciones suficientes, calidad de vida, reales posibilidades de proyección al futuro o esperanza positiva por el porvenir.

Poco presupuesto sería uno de los inconvenientes para aplicar ley sobre salud mental

A nivel global, la salud mental de la humanidad está marcada por el nerviosismo y en muchos casos por el pesimismo. La literatura, el cine y las artes en general recogen ese sentimiento y producen obras –en la mayoría de los casos– desalentadoras y apocalípticas. El pensamiento de filósofos y de gente que reflexiona y propone con rigor puntos de vista sobre el presente y el futuro transita senderos parecidos y llega a conclusiones similares. En la optimista posibilidad de que la humanidad encuentre caminos para detener el horrendo atropello a la vida planetaria, las heridas causadas estarán presentes y la sanación que permita la sostenibilidad será el objetivo mayor de la civilización en los tiempos que vienen.

(...) la sanación que permita la sostenibilidad, será el objetivo mayor de la civilización en los tiempos que vienen.

En los escenarios locales, marcados por la carencia de oportunidades de trabajo, violencia, inseguridad, pobreza, ausencia de posibilidades de superación; y, en los globales, de contaminación, devastación de la naturaleza, guerras cruentas, inequidad y tenaz oposición para detener el desastre, el individuo desvalido sufre y su salud mental está sometida a duros procesos de adaptación social que, en muchas ocasiones, van más allá del tradicional statu quo de orden e institucionalidad, para adherir a una marginalidad violenta y caótica que suplanta a la estructura social organizada que no responde a sus requerimientos.

El malestar global existe. La salud mental, en gran cantidad de casos, es precaria, condición que se exacerba por la aparatosa entrega de la humanidad a lo informático, que arrasa y desafía cualquier convención social previa –incluidos los sistemas normativos de toda índole– desde una atalaya o submundo inalcanzables para el individuo orgánico, sensible, necesitado de todos y de todo para vivir y proyectarse. (O)