La fantasía de una Cuba victoriosa fue, en los gobiernos de Rafael Correa, un elemento sustantivo de la propaganda de la revolución ciudadana, que pretendía utilizar para beneficio propio el supuesto éxito social logrado en la isla caribeña. Sin embargo, todavía hay trasnochados y desinformados que siguen creyendo que en Cuba se ha conseguido poco menos que construir el paraíso de la justicia y la igualdad. La literatura cubana ha ajustado cuentas con esta ilusión en las novelas detectivescas de Leonardo Padura, en los relatos irreverentes de Wendy Guerra y también en las crónicas de Carlos Manuel Álvarez Rodríguez.

Democracia en crisis

Correa ya no estaba en el gobierno cuando Álvarez publicó, en 2017, La tribu: retratos de Cuba, que buscaba ser “la puesta en escena de un país”, la de “un pueblo grogui”, la de “un país dopado”, en momentos en que la reapertura de relaciones con los Estados Unidos convulsionaba, para bien y para mal, de muchos modos la isla. En contra de las afirmaciones bobaliconas de los fanáticos de siempre, Álvarez cree que la revolución está llegando a su fin y, para dar cuenta de eso, retrató a deportistas exiliados, artistas conceptuales, enfermeros internacionalistas, poetas disidentes, músicos célebres y del bajo mundo…

La gran vacante

También dio testimonio de emigrantes que cruzan Centroamérica, prófugos del FBI que viven en Cuba, negociantes del mercado negro, balseros, policías y travestis de la noche habanera. Para nosotros, además, el libro contiene un elemento emotivo adicional, pues el Ecuador es mencionado varias veces como lugar de tragedia de los emigrantes cubanos. A partir de 2013 el Ecuador se convirtió para los cubanos en una especie de obsesión, pues en ese momento, y por varios años, fuimos el único país que no les exigía el requisito de la visa. Más de veinte mil vinieron, para quedarse o para pasar luego a los Estados Unidos.

Este libro pinta una Cuba que... no solo ha instaurado la cultura del miedo, sino también la de la doble moral...

La tribu es literatura demoledora: cuenta que se exportaron médicos y profesionales de la salud mientras en Cuba el deterioro de la salud pública era evidente; cuenta que quienes fueron al África en misiones internacionalistas hicieron lo posible por no regresar a Cuba; cuenta que en Cuba, para aguantar la realidad diaria, es preciso entrenarse para no pensar; cuenta que una exiliada se suicidó en Quito, víctima de la depresión y el abandono, y que su cuerpo estuvo más de siete meses en las neveras de Medicina Legal; cuenta sobre los que habitan en chozas de cartón, los recicladores, la violencia doméstica y el machismo socialista.

Este libro pinta una Cuba que los turistas revolucionarios se niegan a mirar: una revolución que no solo ha instaurado la cultura del miedo, sino también la de la doble moral, y que combate la franca penuria en que viven los cubanos solo con un vocabulario bélico. El poeta Rafael Alcides desmiente un gran mito cubano: “¿Culpa del bloqueo? No jodas. Esto no es serio. ¿Las viandas vienen de Londres? ¿Los boniatos vienen de París?”. La agudeza de Alcides resalta cuando afirma que los verdaderos disidentes han sido Fidel y Raúl Castro, pues todo el resto de cubanos, menos ellos, piensa igual: que la revolución es un fracaso que no funciona. (O)