Hace pocos días me pidieron conversar sobre ese tema, lo que me obligó a precisar interiormente qué significado tenían realmente esas dos palabras, qué develaban, ocultaban, manifestaban y excluían.

No hay mujer sino mujeres y su realidad difiere según las culturas, climas, contextos y edades en las que se encuentran. No es la misma percepción de la vida de una mujer nacida en Finlandia, en un campo de refugiados, en el seno de una familia con mucho poder económico, no siempre sinónimo de buenas relaciones internas. O en un barrio de casas apiñadas en medio del calor, el lodo, los mosquitos y sin alcantarillado; o en Corea del Norte, o la India. No es lo mismo alguien criada en la tradición cristiana o en la musulmana, ambas religiones gobernadas por hombres, pero con manifestaciones de poder diferentes. O de aquellas nacidas en regímenes que endiosan a gobernantes y los ejércitos que los sostienen.

María Taco, la mujer de 64 años que vive del reciclaje desde hace dos décadas en Quito

¿Cuál es el común denominador que nos define? ¿Nuestro cuerpo? ¿El ser o sentirnos o querer ser mujeres?

La ecuación mujer igual pacificadora, hombre igual violencia, obedece a una construcción social de estereotipos.

También hay múltiples acercamientos a una definición de lo que es la paz, pues la palabra revela y a la vez enmascara aspiraciones profundas.

La instructora que enseña a conducir a las mujeres desde una perspectiva emocional para que pierdan el miedo al volante

No podemos negar que hemos vivido en un sistema patriarcal, que se caracteriza por ser desarrollado y mantenido por leyes, preceptos religiosos, mitos, organización del trabajo y por la propia sumisión de las mujeres. No siempre ha presentado las mismas características, ha cambiado y cambia según regiones y países.

El reconocimiento de los derechos de las mujeres ha sido y es una lucha nuestra, no un regalo, ni un premio. Ha sido una toma de conciencia colectiva de que nuestras diferencias, con los varones, son garantía de la igualdad y de nuestra dignidad como personas.

Uno de los espacios a recuperar es el espacio público. Habitar la ciudad es difícil para las mujeres.

Frente a tantos escollos, el camino a encontrar es como los senderos en los cañaverales, existen, pero no se siempre se ven. Lo han trazado millones de mujeres que nos han precedido y lo han recorrido hasta dejar las huellas que hoy hacen más fácil nuestra ruta.

Nuestras visiones colectivas están cambiando y se van profundizando. Hemos pasado de reclamar el derecho y el deber de participar a buscar la modificación de nuestras maneras de intervenir en los diferentes espacios. Por qué la igualdad no es uniformidad y no se debe eliminar la solidaridad, la empatía y la ternura del quehacer político y social.

De lo contrario perpetuamos el sistema de poder injusto, se agregan más personas ejerciendo las mismas inequidades, en vez de mejorar, empeoramos. La transformación de las relaciones entre hombres y mujeres, de dominio a cooperación, es condición para construir un mundo que reduzca la violencia y las inequidades.

Las artistas que quieren limpiar el río más contaminado de México, en el estado de Jalisco

Uno de los espacios a recuperar es el espacio público. Habitar la ciudad es difícil para las mujeres. En las actuales circunstancias nadie puede salir solo en la noche, menos las mujeres. La confinación es mayor para nosotras. Por eso quiero recomendar que vean Nocturna documental 2022 en YouTube, un ensayo para ocupar el espacio público de manera segura, que da elementos que podemos adecuar creativamente a nuestra realidad y cuidarnos unas a otras. (O)