Cada uno de nosotros hemos definido la manera de llevar nuestra vida, con quien nos casamos, el trabajo, la carrera, el lugar donde vivimos; lo que nos pasa a la larga es una suma de todas nuestras elecciones, y lo que le pasa a la sociedad es consecuencia de las elecciones de sus ciudadanos.

No podemos controlar todos los acontecimientos, pero sí podemos hacer elecciones y hacernos cargo de sus consecuencias. ¿Cómo hacemos a la hora de elegir? Podemos escoger las palabras que ponemos en nuestra boca, lo que decimos y cómo lo decimos. Podemos elegir palabras que crean o destruyen a las personas, palabras corteses o soeces. Podemos elegir si escuchamos a los demás o hacemos oídos sordos.

También podemos escoger los libros que leemos, las ideas, los conocimientos que sembramos en nuestra mente. A lo que le damos espacio y que compartimos. Podemos elegir expandir o anclar nuestra mentalidad. Podemos elegir las habilidades que desarrollamos y las incapacidades que creamos, la vitalidad y energía con la que alimentamos nuestro cuerpo.

También, podemos elegir la actitud ante la vida, positiva o negativa, dejarnos secuestrar por las emociones o pensar con racionalidad, paralizarnos o activarnos ante el miedo, ver el lado bueno o el malo de las cosas.

Podemos decidir quién o qué entra a nuestra vida y qué se queda afuera, quiénes son nuestros amigos y forman parte de nuestro círculo de confianza. Podemos elegir pedir con humildad un consejo ante una disyuntiva importante o asumir que lo sabemos todo y decidir sin consultar a nadie.

Podemos elegir los valores o los antivalores que guían nuestras acciones, le damos cabida a la honestidad, le damos espacio a la responsabilidad ambiental, a la solidaridad. Así como también un espacio a la autosuperación, al espíritu de grandeza, o sucumbir ante la mediocridad.

Podemos elegir el ejemplo que damos día a día. Podemos elegir lo que nos ocupa o lo que nos preocupa, los problemas que enfrentamos con valentía o los que dejamos que se acumulen y nos pasen por encima.

Podemos decidir aprender de los problemas o pasar por la vida sin crear sabiduría. Podemos elegir las batallas o ver en todo un campo de confrontación, quejarnos y victimizarnos, o hacer buenas elecciones que nos lleven donde queremos estar y ser.

La vida está llena de miles de elecciones, algunas son grandes, otras pequeñas, unas rutinarias, otras estratégicas; sin embargo, cuando nos hacemos cargo de las decisiones fundamentales, las de alto impacto, y salimos adelante, nuestra autoestima aumenta y nuestro poder para hacer realidad lo que queremos. Las buenas elecciones nos permiten ir engrandeciendo nuestra vida, sentirnos felices y prosperar. Entre las posibilidades que la vida nos ofrece están las decisiones políticas, como por ejemplo las votaciones del 20 de agosto, una oportunidad inesperada que se nos abrió a mitad de periodo. ¿Elegiremos una mejor versión de sociedad? ¿Votaremos por un liderazgo y una gobernanza pública efectiva ante la problemática que afrontamos? ¿Sabremos tomar una decisión que nos fortalezca o debilite? (O)