Si “el futuro ya no es lo que era” (P. Valéry), la democracia tampoco lo es. Hoy, el ejercicio democrático es valorado como mediocre e ineficiente, en referencia a la representación ciudadana en la voz de políticos, partidos y parlamentos, sobre los que crece la desconfianza. Hablamos de la degradación política en todos los poderes, un simulacro democrático donde las decisiones no se toman con ‘el pueblo’ sino con (y por) las élites que mueven el capital financiero internacional.

Y después de las elecciones, ¿qué?

La historia de un país como Estado soberano, la gestión del Gobierno frente al tráfico de drogas y personas, la insurgencia armada, los ciberataques, el fanatismo religioso influyen en la percepción de la democracia. En América Latina, la débil institucionalidad contra el narcotráfico y la corrupción, así como la violencia política, la desigualdad expresada en pobreza y desempleo o la inaccesibilidad a servicios básicos llevan ‘al pueblo’, a falta de espacios deliberativos, a expresar su indignación en las calles.

Cabe reflexionar entonces si la democracia, como forma de organización del Estado y de gobierno, legitimada en elecciones libres y participativas, protectora de derechos y libertades humanas, mediadora de conflictos, que apunta a preservar el bien común, es un discurso agotado en el siglo XXI.

¿Puede funcionar la democracia sin partidos? El 59 % de ecuatorianos cree que sí, revela informe de Latinobarómetro

El Democracy Index califica a 167 países en cinco variables: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles. El informe 2022 ubica 24 democracias plenas; 48 democracias imperfectas; 36 regímenes híbridos (p. ej. Ecuador) y 59 regímenes autoritarios. La cultura de apatía y docilidad no es consistente con la democracia: “La democracia es hecha para las personas, no de las personas para la democracia”.

Años atrás, De Souza S. se preguntaba si la democracia del futuro rompería con el patrón democrático dominante.

En su Informe 2023, el Latinobarómetro resalta la recesión democrática en América Latina: indiferencia ciudadana; respaldo al autoritarismo para resolver problemas; ineficiente generación de bienes políticos; desconfianza en partidos y personalismo de líderes; que favorecen el populismo y autoritarismo.

El domicilio del poder

Años atrás, De Souza S. se preguntaba si la democracia del futuro rompería con el patrón democrático dominante. Y es que más allá de lo constitucional, lo que surge como solución es el Bukele style, la reelección indefinida, el mercado electoral, la muerte cruzada, el autoritarismo… No se precisa de tanquetas para subvertir el orden constituido.

En tiempos complejos y de extrema conflictividad, ante el vacío de representación, el ciudadano se refugia en alternativas de autoorganización, de demodiversidad, en que hace parte de una red, comunidad o colectivo; de un tejido social que le permite deliberar y estar presente con su palabra. ¿No debería ser esa la base de la pirámide democrática en el siglo XXI, para sostener el diálogo con quienes nos representan?

Porque la democracia, como observa J. M. Lassalle, “está hecha con las manos temblorosas de los hombres Estos son los que moldean a partir de su experiencia su institucionalidad y funcionamiento. Nosotros somos los que la hacemos virtuosa o corrupta, exitosa o fallida”. (O)