Los devastadores conflictos actuales, los más evidentes son la guerra de Rusia contra Ucrania y los de Israel-Hezbolá-Palestina, en un balance de 23 conflictos que involucran hasta una treintena de países, muestran un fracaso rotundo de las Naciones Unidas (NN. UU.) en su mandato de intervención para impedir las guerras y fomentar la paz.

Esta veintena de guerras afectan a más de 1.100 millones de personas (el 14 % de la población mundial). Si agregamos los enfrentamientos contra el narcotráfico y la lucha contra ellos, el total de países en conflicto sube a 58.

El artículo 1 de las NN. UU. sostiene que su creación obedece al mandato de “mantener la paz y la seguridad internacionales y, con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz”.

Recientemente agrega que “hay amenazas nuevas, más complejas y sofisticadas que exigen respuestas imaginativas y audaces y una mayor colaboración entre los Estados miembros y entre el sector privado y la sociedad civil. Al mismo tiempo, se deben traspasar las fronteras institucionales para que los asociados políticos, de derechos humanos y de desarrollo puedan trabajar de manera concertada”.

Naciones Unidas requiere ser reformada con urgencia o sustituida por una organización más competente. Una de esas reformas organizativas es la composición democrática del Consejo de Seguridad que hoy entre sus quince miembros tiene cinco permanentes: China, Estados Unidos, Francia, Rusia, Reino Unido, que tienen poder de veto y muchas veces bloquean medidas acordes con la paz mundial.

Naciones Unidas requiere ser reformada... o sustituida por una organización más competente.

La otra reforma es la que ellos mismos señalan: una mayor colaboración con la sociedad civil y el sector privado que sea a doble vía, no solo de consulta sino de decisión. Muchos de los Estados miembros están gobernados por narcogobiernos o dictaduras de hecho. La discusión sobre los sistemas de gobierno verdaderamente representativos, respetando las diferencias, pero no cediendo a lo que todos consideramos delito y violación de derechos fundamentales, está en pañales.

Craig Mokhiber, director de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Nueva York, presentó la renuncia a su cargo con frases cuestionadoras. Entresaco de su larga carta algunas líneas.

“Le escribo en un momento de gran angustia para el mundo, incluidos muchos de nuestros colegas. (También trabajé en la ONU) durante los genocidios contra los tutsis, los musulmanes bosnios, los yazidíes y los rohinyás. En cada caso, a medida que se asentaba el polvo sobre los horrores perpetrados contra poblaciones civiles indefensas, se hizo dolorosamente evidente que habíamos fallado en nuestro deber de cumplir con los imperativos de prevenir atrocidades masivas, proteger a los vulnerables y hacer que los perpetradores rindan cuentas. Hemos perdido mucho en este abandono, incluida nuestra propia credibilidad global”. (O)