Durante mi vida he observado que la pobreza es difícil de superar y que las oportunidades, generalmente, la aprovechan los que tienen contactos.

Personas que trabajan por años para familias, mantienen sueldos mínimos hasta jubilarse, sin salir de la trampa de la pobreza. En las playas, los vendedores de mariscos o refrescos realizan la misma actividad desde hace 30 años, sin seguridad social ni jubilación digna.

En su artículo No tienen tiempo, Nila Velázquez indica que en 2022 la pobreza por ingresos fue del 25 % y la pobreza extrema del 10,7 %; en el área rural el 42,9 % es pobre y el 22,7 % vive en pobreza extrema. Menciona que 195.188 niños y adolescentes dejaron el sistema escolar en 2022; entonces, me pregunto: ¿qué estamos haciendo para combatir la pobreza, la falta de oportunidades y mejorar la educación?

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Enhorabuena el presidente Lasso anunció un aumento presupuestario en educación, cercano a los $ 4 mil millones; el SRI emitió una resolución para otorgar ventajas tributarias a quienes apoyen el combate a la desnutrición infantil; y BanEcuador continúa dando créditos al 1 % a 30 años plazo, hasta $ 5.000. Son buenas noticias, pero no suficientes.

(...) la pobreza no es solamente falta de dinero, sino de oportunidades para desarrollar el potencial de las personas.

En su libro Economía extrema, Richard Davis estudió el comportamiento económico en el campo de refugiados sirios Zaatari, Jordania, que concentra 100.000 personas que reciben apoyo de la ONU. Lo más interesante es que tuvieron superávit de leche en polvo, que vendieron en Jordania y que los comerciantes recibieron dinares (moneda jordana); así, la actividad económica creció con reparación de calzado, supermercados, peluquerías, venta de comida, tiendas de equipos electrónicos, centros de salud y escuelas. Hoy existen más de 3.000 comercios.

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En este caso se comprueba que un ecosistema económico se puede formar por la necesidad de demanda y oferta de bienes y servicios de sus integrantes, al tener incentivos económicos, moneda de cambio y poca intervención estatal.

En el libro Repensar la pobreza, los economistas V. Banerjee y E. Duflo hablan del economista, filósofo y premio Nobel A. Sen, quien piensa que la pobreza no es solamente falta de dinero, sino de oportunidades para desarrollar el potencial de las personas.

Según Asobanca, en 2022 se otorgaron más de $ 6.000 millones en microcréditos, (37 % de la banca privada y 63 % de cooperativas), con tasas de interés de más del 20% anual. El crédito de la banca privada a enero de 2023 creció más del 14 %, pero buena parte de este (el 39 %) fue de consumo, a más del 15 % de interés anual.

Para combatir la pobreza recomiendo priorizar la política económica y así fomentar el crecimiento económico e inversión empresarial, ofreciendo más crédito por medio de la banca pública y del Banco del Pacífico, con menores tasas de interés y plazos largos para créditos productivos; reducir el encaje bancario, pagar cuentas atrasadas a los proveedores del Estado e incentivar el emprendimiento y la inclusión financiera mediante la creación de empresas de servicios financieros (fintech) a nivel nacional; que puedan competir con el sistema financiero. (O)