A las 6 de la tarde del miércoles 23 de agosto, Yevgueni Prigozhin subió a su avión junto con la plana mayor del Grupo Wagner; iban de Moscú a San Petersburgo. A media hora de levantar vuelo, ya en altura crucero, el Embraer Legacy 600 cayó hecho pedazos en una localidad llamada Kuzhenkino. Nadie sabe realmente lo que pasó: solo se conoce la lista de los siete pasajeros y tres tripulantes y que no hay sobrevivientes. Se supone que son los de la lista y que lo comprobaron con lo poco que quedó de ellos, esparcido entre los restos calcinados del Embraer, pero eso se puede inventar porque nada es verdad y nada es mentira hoy en día en la Federación Rusa.

En la lista estaba el segundo de Prigozhin, Dmitri Utkin, Mr. Wagner, el que le dio el nombre al ejército privado más numeroso de la historia y el culpable de que una organización rusa lleve el nombre de un músico y escritor alemán. Richard Wagner fue un compositor sajón del siglo XIX, autor de óperas muy conocidas como Tannhäuser, El anillo del nibelungo o Tristán e Isolda. Era un gran músico, pero también un antisemita de aquellos que en sus obras promovió el nacionalismo y la soberbia alemana que desemboca en Adolf Hitler y el nazismo. Wagner era el nombre de guerra de Utkin, un skin head que tenía tatuadas las insignias de las Waffen SS, en el mismo lugar donde caían en el uniforme negro de la fuerza de elite y guardia pretoriana de Hitler.

Después de llevar la parte más importante del esfuerzo bélico en la invasión a Ucrania, Prigozhin se revela contra Putin por la falta de apoyo del ejército ruso y se enfrenta contra un par de generales más amigos del escritorio que del campo de batalla. El 23 de junio el Grupo Wagner tomó la ciudad de Rostov del Don y avanzó hacia Moscú con la intención, tampoco se sabe bien, si de acabar con Putin o de darle una lección sobre cómo se avanza en una guerra de agresión.

Así es el poder: idiotiza tanto a la gente que les hace creer que son omnipotentes, aun después de perderlo.

Tuvo que intervenir Aleksandr Lukashenko, el tirano de Bielorrusia, para parar a los Wagner antes de que se armara la gorda en Moscú. Le ofreció asilo a los Wagner en su país, donde establecieron su campamento. La relación entre Prigozhin y Putin, que otrora fuera de compinches y mesa bien regada, había quedado rota, pero un buen día Prigozhin salió de Bielorrusia y se presentó como Pancho por su casa en sus imponentes oficinas de San Petersburgo. Dos días antes del vuelo de la muerte difundió un video, supuestamente grabado en África, donde Wagner tiene revoluciones bien pagadas por varios dictadores del Sahel. Y el miércoles este vuelo tan extraño...

Extraño porque si fuera Prigozhin jamás me habría subido a un avión en Moscú dos meses después de rebelarme contra Putin; y si fuera lugarteniente de Prigozhin jamás hubiera aceptado volar con él entre Moscú y San Petersburgo.

Así es el poder: idiotiza tanto a la gente que les hace creer que son omnipotentes, aun después de perderlo. Nos creemos unos genios porque nos ascendieron en el trabajo y decidimos que vamos a hacer grandes negocios si nos independizamos. Y cuando nos independizamos, nos va pésimo porque nunca nos dimos cuenta de que nuestro poder era prestado. Es el síndrome de Prigozhin. (O)