Más allá de los beneficios coyunturales que el actual Gobierno ha logrado, y que son innegables, con los resultados del domingo se marcan algunos hechos de gran trascendencia para el país.

Probablemente el de mayor relevancia es la enmienda constitucional que permitirá al Ecuador celebrar con otros Estados convenios de extradición. Este era y es el cambio constitucional que más temían los carteles del crimen organizado y sus aliados políticos. Mientras que estas redes de bandas delincuenciales operan de forma transnacional, el Ecuador seguía aferrado a una visión provinciana y nacionalista en esta materia. La cooperación internacional para combatir las nuevas formas de delincuencia hacía necesario eliminar la prohibición de la extradición. A Colombia le costó más de una década de violencia la decisión de celebrar tratados de extradición que harían posible el juzgamiento de narcotraficantes en otras naciones donde se realizaban parte de sus operaciones. En el Ecuador nos hemos ahorrado semejante experiencia. Ha sido la ciudadanía mediante el sufragio la que abrumadoramente ha dado su aprobación a la extradición. Vergonzosa ha sido la posición de ciertos líderes que en la anterior consulta popular hicieron campaña en contra de esta enmienda constitucional por el prurito de oponerse al gobierno del expresidente Lasso, y ahora, que era evidente que la extradición iba a ganar, decidieron subirse a ese carro. Esa clase de oportunismo de una dirigencia mediocre es la que tiene a nuestro país hundido. Es más, es un oportunismo que se ha empañado aún más con las recientes revelaciones que la campaña anterior en contra de la extradición habría sido financiada por un narcotraficante. Cuan difícil les resulta a muchos dirigentes políticos distinguir entre lo que le conviene al país de lo que les conviene a ellos. No es que la extradición sea la fórmula mágica que hará desaparecer al crimen organizado. Nadie ha dicho eso. Lo que sí es verdad es que ella constituye una herramienta muy conveniente para nivelar la cancha donde nos la jugamos en la lucha contra las mafias.

¿Aportar optimismo?

El futuro de la nación

Nos toca ahora negociar tratados de extradición con países que estén dispuesto a hacerlo.

Mucho se va a discutir sobre el impacto de los resultados del domingo en el ajedrez político con miras a las próximas elecciones. Lamentablemente este debate omite ver problemas más de fondo. Uno de ellos tiene que ver con los cambios que requiere la actual Constitución. En los últimos años la Corte Constitucional ha emitido dictámenes favorables con respecto a una serie de enmiendas que van desde la reducción de número de asambleístas hasta la revisión de las atribuciones del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, todas ellas podrían o mejor dicho, deberían debatirse y entrar en vigor mediante el mecanismo de los dos debate parlamentarios con un año de distancia entre el uno y el otro. Eso sería lo sensato, y evitarle a los Gobiernos el tener de recurrir a la vía plebiscitaria. Claro que todos estos son parches. Importantes como son estos cambios, ellos no dejan de ser eso, parches. Lo que el Ecuador necesita luego del fracaso experimento de copiarle a Venezuela su constitución es embarcase en un proyecto más ambicioso, cual es, el de adoptar una nueva arquitectura constitucional. (O)