El país exige claridad y definiciones en el nuevo año 2024 frente a las grandes amenazas y problemas que se han acumulado. No se pueden esperar resultados distintos cuando se mantienen viejas prácticas y los mismos acuerdos políticos, con una parte de nuevos actores y autoridades, que buscan facilitar la impunidad, por acción u omisión, en medio de un ambiente de violencia e inseguridad y angustias por la profunda crisis de desempleo, social y económica.

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Si no se enfrentan los problemas al menos con honestidad y sinceridad, muy difícil en política, la incertidumbre, la inestabilidad y la inseguridad jurídica seguirán, sin esperanzas de mejorar aun cuando las posibilidades y los recursos existan, pero mientras la mano de los líderes, los dirigentes y las élites sigan indiferentes y mirando solo hacia sus intereses personales, de grupo o para favorecer a los que desesperadamente buscan el poder para lograr impunidad y saciar sus ambiciones y su sed de venganza.

Eso debe concienciar el nuevo régimen y no caer atrapado en las garras de la vieja política, aunque evada respuestas, porque el país no tiene salidas si a cambio de supuesta gobernabilidad cede a las pretensiones abiertas de aquellos que han hecho tanto daño al país.

No se puede mirar impasible, con el argumento de la independencia de las funciones del Estado, frente a un país casi podrido...

El país no puede esperar resultados concretos a los acuciantes problemas si no se enfrentan las causas de los problemas y no solo los efectos con paliativos frente a un proceso de metástasis que carcome a la institucionalidad y con una sociedad indiferente e indolente, que permite que viejos y nuevos políticos convivan en un ambiente de juego de sus intereses. Incluso, pretendiendo engañar con el doble discurso y doble moral del mal llamado acuerdo de gobernabilidad, que en el fondo camina hacia la impunidad y que se resisten a reconocer pese a las evidencias de los hechos. Un ejemplo de ello se refleja en la Asamblea, en donde hay autoridades que juegan al engaño, con actitudes que se contradicen en la práctica, pero de manera cínica niegan sus propias actuaciones.

Las medias tintas y la evasión de respuestas directas y concretas a los problemas actuales, a pretexto de un nuevo estilo de administración, solo aumenta la incertidumbre, más aún cuando la política informativa no demuestra apertura. Se requieren pronunciamientos claros y oportunos de las actuales autoridades sobre los diversos temas y con ello evitar procesos de desinformación y de malas interpretaciones, que finalmente terminan afectando a ellos mismos.

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No obstante, no se puede mirar impasible, con el argumento de la independencia de las funciones del Estado, frente a un país casi podrido en sus estructuras institucionales, con una metástasis no solo en la administración de justicia sino en general, que le tiene postrado en su desarrollo y su modesto crecimiento económico.

Uno de los desafíos políticos del nuevo año constituye la oportunidad de la consulta popular, que aborde problemas prioritarios y no solo temas que sean para cumplir con la formalidad del compromiso de la campaña electoral. En un periodo tan corto, con liderazgo debieran sentarse por lo menos las bases de un cambio que genere certezas y no más dudas. (O)