Me angustia hablar de la angustia, me angustia estar angustiada, me angustia estar aquí. Pero esa soy yo, esa mujer que se angustia ante lo inevitable. Fui esa mamá incapaz de decir no a un permiso aunque sabía que detrás de cada sí había una noche de angustia. Parece que busco la angustia.

Suelo buscar respuesta a mis síntomas en diccionarios. La primera definición que da el DRAE me pareció muy escueta: 1. f. Aflicción, congoja, ansiedad.

Dos años de campaña

Con la definición que me identifiqué fue con esta: Del latín angustĭa (“angostura”, “dificultad”), la angustia es la congoja o aflicción. Se trata de un estado afectivo que implica un cierto malestar psicológico, acompañado por cambios en el organismo (como temblores, taquicardia, sudoración excesiva o falta de aire).

Suelo pedir ayuda a un respetado amigo: el filósofo francés André Compte-Sponville. Su diccionario es una maravilla. Él define la angustia como un miedo vago o indeterminado, sin un objeto real, lo cual lo vuelve más sobrecogedor porque ante la falta de un peligro inminente que debamos combatir o del que debamos huir, no hay una respuesta posible. Y se pregunta el filósofo: ¿Cómo vencer a la nada? ¿Cómo escapar de lo que no es o de lo que todavía no es? Y responde: (la angustia) Es un miedo intempestivo e invasor que nos asfixia, o nos domina. El cuerpo enloquece, el alma se ahoga. El angustiado tiene miedo exactamente de nada... al angustiado le falta ser, como falta el aire. La nada le produce miedo, y eso es la angustia: el espantoso sentimiento de la nada de su objeto.

Elecciones y cambios a la vista

Pero aquí en Ecuador hay bastante más que nada. ¿Cómo no tener angustia al mirar de frente (sin querer queriendo) cómo los políticos acaban con el país? Unos por inacción, otros por viveza desmedida, pero todos, sin excepción, por egolatría y megalomanía. Seguramente los cargos públicos son un botín fácil para esa cantidad de piratas, porque después de ver lo que he visto, dudo de su afán de servir.

¿Cómo no tener angustia al mirar de frente (sin querer queriendo) cómo los políticos acaban con el país?

Cuando uno cree que ya vio la peor ralea de políticos, cuando piensa que no es posible ser más impresentable, patán y mediocre, aparecen otros peores: más payasos, más groseros, más “grilleteados”, glosados, sentenciados.

A veces en mi taller de narrativa personal, mis alumnos y yo buscamos respuestas en las palabras bellas, en la poesía. La semana pasada leímos Al lado del camino, de Fito Páez: En tiempos donde nadie escucha a nadie /En tiempos donde todos contra todos /En tiempos egoístas y mezquinos /En tiempos donde siempre estamos solos /Habrá que declararse incompetente /En todas las materias del mercado /Habrá que declararse un inocente /O habrá que ser abyecto y desalmado /Yo ya no pertenezco a ningún ismo /Me considero vivo y enterrado.

Dejo la esperanza para los jóvenes, yo dudo de que esto cambie. Cada día se parirán más y más nuevos ricos, se mantendrán las grandes fortunas, mientras el pueblo pobre y trabajador carece de todo. Vive peor cada día; y, sin embargo, vuelve a creer en los sátrapas y vuelve a tener ilusiones, mientras yo muero de angustia. (O)