Un día, mientras la tarde caía, el tráfico cobró una mayor complejidad. Al ya congestionado tráfico se sumó la falta de semáforos y el uso de bocinas de los autos de quienes exigían que la columna avance. Entonces es imposible no reflexionar en que –si no hay solución– es mejor no ser parte del problema. Cosa similar acontece ante la crisis energética; las redes sociales se llenan de quejas, cuestionamientos y burlas; esos son otros tipos de bocinas que alientan la inconformidad.

¿Aportar optimismo?

Pero, la crisis energética, la escasez de lluvia, y el cambio climático son aspectos que no pueden ser superados de la noche a la mañana. Quejarnos, no resolverá nada; e incluso aumentará la tensión y el clima de violencia que rodea al país. Se demandan voces con autoridad moral suficiente para que llamen a sumar esfuerzos y a contribuir en la solución de esta crisis. Y posiblemente usted se pregunte ¿qué podemos hacer los ciudadanos de a pie? Estoy convencida de que podemos contribuir.

En nuestras familias, barrios y ciudades es importante iniciar la educación y concientización sobre la preservación del agua, la reducción del consumo de energía y el uso inteligente de todos los recursos que nos rodean. Al mismo tiempo, los gobiernos locales pueden diseñar planes para incorporar el uso de tecnologías sostenibles para el funcionamiento de nuestras ciudades.

Preguntas

Las crisis son expresiones estructurales y requieren el compromiso comunitario. En estos momentos se necesita el apoyo político de los diversos grupos, los que deberían deponer actitudes caníbales y asumir un rol más cívico en la búsqueda de soluciones. Quizá le pedimos demasiado a quienes lo único que buscan es salirse con la suya, aun a costa de destruir el país.

El camino más fácil es señalar las falencias y contribuir al malestar general. Resulta cómodo desde un mullido sillón –en un país lejano– opinar sobre lo que se debe o no hacer en el nuestro. Se olvidan de que se comieron todas las reservas monetarias del país y que hoy nos ahoga una deuda externa inmensa. Ese camino fácil de alimentar con leña el descontento popular, nos ha llevado al Ecuador a este infierno colectivo.

Quizá el atenuante más importante –en una crisis energética– es la solidaridad. Cuando los semáforos dejan de funcionar, podemos optar por sumarnos a la bulla de las bocinas y de los conductores violentos, o esperar mientras mostramos solidaridad con todos, inclusive con nosotros mismos.

Puesto que la suspensión de la energía eléctrica pasará una alta factura al sector productivo. Es necesario focalizar los servicios, especialmente aquellos que necesitan una cadena de frío, como servicios médicos, farmacéutico, alimentos y otros productos perecederos. Si no se da esa priorización de los sectores de emergencia, todos perderemos, más allá de lo obvio.

Por razones como estas es importante ser solidarios, apagar las luces y los electrodomésticos innecesarios, reducir el consumo y hacerlo de manera inteligente. También es hora de que las pugnas políticas bajen de tono y los intereses patrios estén por encima de los megalómanos. (O)