El resultado electoral de la definición presidencial le abre la posibilidad al nuevo mandatario de asumir su papel histórico y lograr acuerdos con los sectores que quieran contribuir a la búsqueda de soluciones a los acuciantes problemas internos, entre ellos, de seguridad, empleo, sociales, económicos, salud, educación, seguridad social.

Su relación con los bloques legislativos será decisiva, más aún cuando necesita lograr acuerdos transparentes con los sectores democráticos que le pueden dar gobernabilidad en un periodo tan corto. Aunque en política existen propios intereses y pasa de todo, debiera meditar llegar a un pacto con aquellos que se juntaron para desestabilizar al país y tumbar al presidente saliente, que precipitaron el cierre de la Asamblea y llevaron al actual estado de crisis.

Está fresca la experiencia aunque pudieran predominar el olvido, la amistad y la relación costeña de negocios, sin pensar en la gente, el país ni su futuro gobierno. Más aún si luego, con el derecho que tiene, piensa en la reelección. Esos dos sectores, al menos, son expertos para el chantaje y presión permanente, aunque sus dirigentes se manejen desde la sombra. Lobistas de siempre, que usan la política para vivir cómodamente de ella.

Parte de ellos tiene una agenda política que, aunque perdieran en las últimas elecciones, buscan con su modelo político del fracasado socialismo del siglo XI que recorre la región volver al poder a como dé lugar para instaurar un régimen como el venezolano, que tanto admiran y que dicen que es mejor que el nuestro, aunque de ese país hayan huido más de siete millones de personas.

Por pragmático que intente ser, debe pensar en la gente, en el futuro del país, e impulsar la restauración de la confianza

Por ello el embajador de EE. UU. en Quito, para registro histórico, fue claro al comentar los resultados electorales: el voto pacífico de toda la población nacional el domingo fue una señal clara y contundente. Un fuerte sí a favor de la democracia y un fuerte no a los narcos, a los terroristas y a los narcoterroristas. Un no a sus testaferros que lavan plata, tuercen los procesos legales o corrompen a funcionarios públicos.

Tanto dolieron esas afirmaciones que de inmediato le respondieron con insultos porque se sintieron aludidos. Y pensar que en campaña dijeron que estaban abiertos a lograr un acuerdo en materia de seguridad con EE. UU. Doble discurso, doble moral.

El mandatario electo está llamado a liderar un proceso para lograr un acuerdo nacional desde el primer día de su mandato y convocar de entrada a la consulta nacional que ha ofrecido con temas urgentes: seguridad, generación de empleo, salud, educación, seguridad social, necesaria reforma política y a la maltrecha administración de justicia, afectada por fallos cuestionados de ciertos jueces venales, a vista y paciencia del órgano administrativo y disciplinario de la Judicatura y de la Corte Constitucional.

Por pragmático que intente ser, debe pensar en el futuro del país e impulsar la restauración de la confianza, que va más allá de la palabrería y la imagen política, y que el nuevo mandatario sea leal con la gente que no solo votó por él, sino que lo hizo en contra de la amenaza latente de la corriente que representó la otra candidatura. (O)