Entre las silenciosas calles de Peguche, un pueblo ubicado en el norte de Otavalo, provincia de Imbabura, una casa esconde la magia de los sonidos que desprenden los instrumentos musicales andinos, herencia del pueblo indígena que encontró en la música el perfecto homenaje a la naturaleza y el diario vivir de las comunidades.

La casa de Taita Gundo tiene más de 20 diferentes instrumentos. La gran mayoría son entonados por Segundo Lema, quien a sus 62 años recibe a los visitantes con una sonrisa y una mirada que invita a sentirse como en casa.

Al entrar por la puerta de madera y vidrio, una pequeña exposición de instrumentos de viento, llaveros y demás artesanías se gana la primera mirada, sin tomar en cuenta las filas de sillas que dan la bienvenida al escenario de conciertos, pero no de conciertos comunes, sino de interpretaciones inéditas de don Segundo y uno de sus seis hijos.

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Cada uno de los instrumentos están ubicados perfectamente en una banca de madera y una vitrina. Desde el más pequeño hasta el más grande forman parte de una demostración de las hábiles manos que los fabricaron y del conocimiento de quienes los entonan.

En el cuarto contiguo de la casa se ubica un taller. En ese lugar existe una mesa rodeada por más bancas y una serie de tallos que sirven para la elaboración de los instrumentos de viento. Lo característico de este espacio es que don Segundo enseña la habilidad que tiene para elaborar esos instrumentos, pero a la misma vez demuestra que no es imposible y hace que los turistas elaboren una palla.

Segundo Lema es Taita Gundo, un habitante de Peguche, en el norte de Otavalo, que enseña a los turistas a elaborar instrumentos musicales. Foto: Andrés Salazar

La palla es un instrumento originario de Otavalo, tiene vital importancia para la comunidad indígena. Según cuenta Taita Gundo, en septiembre se festeja la fiesta del Coya Raymi, también conocida como las Fiestas del Yamor.

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Con una voz alegre comenta que, en el pregón, al inicio de las fiestas, existe un grupo de 60 a 80 personas que entonan la palla y ese sonido retumba por las calles en su desfile.

Además, es relevante por su historia, el hombre se acomoda en la silla y cuenta que la palla fue un instrumento musical censurado por la iglesia, en 1530, al igual que las dulzainas, para los religiosos eran instrumentos paganos.

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En 1910 la iglesia permitió que las personas tocaran esos instrumentos nuevamente.

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“Pero nuestros taitas, nuestros padres, se fueron con todos los instrumentos a las montañas y nunca se perdió, a escondidas hemos sabido festejar la fiesta del sol”, dice con una sonrisa de picardía.

Peguche es netamente conocido por los tejidos y la música, a juicio de Segundo, el 50 % de la población se dedica a cada una de estas actividades.

Es por eso que él destaca que desde los 10 años no ha dejado de vincularse con la música, a esa edad aprendió de su padre, sin una clase de conservatorio, solo con el oído y la práctica.

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La historia de Taita Gundo

A Segundo, desde niño sus padres le llamaban Gundo, el diminutivo de su nombre, así le llaman hasta ahora los amigos y familiares. Un día sus hijos le dijeron que desean que la casa se llame Taita Gundo, él aceptó con mucho orgullo ese nombre.

En su mente guarda el recuerdo de los viajes que realizó desde 1978. En esa época, cuando en Ecuador la moneda era el sucre, su hermano le ofreció un trabajo en España, así tomó sus maletas y se fue a trabajar en la confección de vestidos y blusas en una fábrica española, con productos 100 % de algodón.

Segundo Lema es Taita Gundo, un habitante de Peguche, en el norte de Otavalo, que enseña a los turistas a elaborar instrumentos musicales. Foto: Andrés Salazar

Al vivir lejos de su tierra, extrañando la música con la que se crio, empezó a entonar sus pocos instrumentos que le acompañaron, ahí nació una fuente económica que estaba desconocida. Así dio paso a una serie de viajes por localidades de España como Catalunya, Valencia, Sevilla, Madrid, Galicia, Santiago de Compostela, San Sebastián, Pamplona, entre otros lugares de las fiestas patronales.

También conoce Francia, Italia, Alemania, Islas Canarias, Marruecos, Portugal y más países de la zona europea. Como anécdota cuenta que en aquel tiempo había muy pocos ecuatorianos y les confundían como chinos por la trenza.

“Se paraban como si fueran a pelear, como si fuéramos chinos, entonces les decíamos que no, que somos incas”, agrega con una sonrisa más.

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Taita Gundo también tiene recuerdos muy gratos en los innumerables viajes a Estados Unidos, aunque un día decidió volver a Ecuador y desde ese entonces se dedica a vender pulseras bordadas por sus propias manos en el ingreso a la cascada de Peguche, uno de los atractivos naturales de esta zona.

Espera que el turismo se reactive por completo, pues en la pandemia, como a todos, les ha afectado la falta de visitantes. Ahora invita a todos los turistas, nacionales y extranjeros, para que conozcan su tierra y experimenten vivir con la música y elaborar uno de estos instrumentos.

Tiene seis hijos, seis nietos y un bisnieto, quienes son su orgullo y su inspiración para seguir haciendo música cada día. (I)