Cuando hablamos, está en obra, preparando el suelo del sector que a las 10:30 de hoy, 22 de abril, Día de la Tierra, se convierte en el escenario del primer bosque urbano nativo (BUN) público de Guayaquil.

Se trata del redondel de la avenida Antonio Parra Velasco en intersección con la avenida José María Egas, conocido también como el redondel de Sauces. Allí, los asistentes podrán adquirir la camiseta oficial de Sembrando una Ciudad y enrolarse para participar de todas las siembras a lo largo del año.

El primer bosque urbano nativo de Guayaquil se construirá en el redondel de la av. Antonio Parra Velasco

La meta es recrear allí el bosque seco tropical y otros ecosistemas de la Costa ecuatoriana. No es una siembra tal como la conocemos o la hacemos en el jardín o en el patio. “Reseteamos la jardinería tradicional”, resume la activista guayaquileña Andrea Fiallos Díaz, creadora de la organización ambiental Fundación La Iguana (en redes @fundacionlaiguana).

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“Han sido 13 años de trabajo; Sembrando una ciudad no es algo nuevo, arrancó con la fundación. Entonces tomaba calles y avenidas y cambiaba la vegetación existente por árboles nativos, promoviendo con fuerza y con consistencia la importancia de tener especies nativas en la ciudad”. Actualmente, están enfocados en transformar espacios públicos por bosques urbanos nativos.

“Estos son recreaciones de los ecosistemas completos de cada región; aquí en Guayaquil será la réplica del bosque seco tropical, el bosque húmedo, las zonas de humedales, plantas acuáticas y manglares; para que la gente los conozca, para que puedan existir esos espacios de conservación y de biodiversidad para la vida silvestre, y también para adaptar a las ciudades al cambio climático”.

La Iguana trabaja sembrando hierbas, arbustos y árboles, explica Fiallos, para crear así todos los estratos necesarios y que diversas especies de fauna, desde los microbios, puedan llegar. “Que se desarrollen los hongos, las micorrizas, los insectos, las mariquitas, las mariposas, las aves y los mamíferos como las zarigüeyas”. Observa que estas criaturas, controladoras de plagas, son detestadas por las personas. “Si no nos gustan las ratas y los ratones, las zarigüeyas son ideales”.

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En la misma liga están los reptiles: lagartijas, iguanas, sapos y ranas. “Son importantísimas porque detendrían plagas como la cochinilla y otras que la acompañan, que actualmente tienen deteriorado el arbolado y la vegetación urbana. Han extinguido prácticamente la especie de samán”.

Insiste en que este no es un monocultivo ni un proyecto paisajístico. “En la implementación de un bosque urbano en Guayaquil van a encontrar especies vegetales nativas que crecen y se desarrollan en el bosque seco del Ecuador; para esto incorporamos especies de diferentes estratos, tratando de replicar los mismos elementos del bosque y de su ecología. Para el componente herbáceo utilizaremos especies como Alternantera porrigens (moradilla), Talinum fruticosum, Ruellia floribunda, Fiebrigiella gracilis (manicillo), Heliopsis sp.; en el arbustivo estarán Cordia lutea (muyuyo), Vasconcellea parviflora (fosforito), Croton eggersii (moshquera), Opuntia quitensis (tunilla); el arbóreo con Bursera graveolens (palo santo), Cochlospermum vitifolium (bototillo), Cavanillesia platanifolia (pijío), Libidibia glabrata (charán verde); el epífito con Guzmania monostachia, Tillandsia usneoides y muchas más especies que el bosque seco guarda y que el público desconoce”.

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Cada año, La Iguana selecciona dos ciudades del país y hacen convenios con los municipios para que cedan ciertos espacios públicos y cooperen con las necesidades de la organización: selección del espacio, personal de seguridad, agentes de tránsito, iluminación, cableado.

“Tenemos también una red de aliados de la empresa privada que aportan a este fondo y financian el desarrollo del proyecto”. Otro sector fundamental, dice Fiallos, es la academia. “Por ejemplo, uno de nuestros socios en la parte científica es el herbario de Loja, el tercero mayor del país en cuanto a registros de plantas, y con ellos llevamos la parte técnica, para saber qué plantas vamos a sembrar y cómo se recrean los bosques”.

Un bosque en el redondel de Sauces, la propuesta de Fundación La Iguana que se inicia este 22 de abril

La Iguana ofrece regularmente talleres para las personas que quieran iniciarse en la siembra de especies nativas, cubresuelos, arbustos, árboles medianos y grandes. “Nosotros no trabajamos con fertilizantes tóxicos; nuestra intención es que la vida silvestre viva y regrese”. La acción de la comunidad, opina la presidenta de la fundación, es fundamental.

“Estamos levantando información, con mediciones que puedan dar herramientas, y que la ciudad entienda las razones por las que estamos trayendo los bosques, por qué los necesitamos”. Y que este no sea el único bosque urbano nativo en Guayaquil, sino que todos los parques y espacios públicos sean transformados.

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Así, recaban información como cuánto dióxido de carbono secuestran estos espacios verdes, cuánto oxígeno liberan, cuánta temperatura reducen y cómo refrescan las ciudades, cuán eficientes son en el tema del agua. “Porque nosotros no regamos, sino que tenemos un plan de mantenimiento; los riegos se hacen por un tiempo, para que las plantas prendan, se vayan aclimatando y se las entrega a la naturaleza”. Tampoco hay podas regulares, sino solo de estímulo, al inicio. La meta es que cada bosque sea autónomo.

Pero esto no es posible sin la primera etapa: la construcción de suelos, que es como encontramos a Andrea Fiallos al inicio de la entrevista. “Creamos drenajes que nos ayudarán a capturar el agua de lluvia y a reducir las inundaciones. Hoy, este espacio especial, el redondel Doctor Antonio Parra Velasco, en Sauces (6.000 m²), tiene registros de severas inundaciones; nosotros queremos marcar el antes y el después, y demostrar que construyendo de esta manera, con infraestructura verde, podemos reducir las inundaciones”.

Han trabajado con la ATM y con la Fundación Bloomberg para que el bosque tenga un componente urbanístico, y así diseñar pasos peatonales y la colocación de semáforos. “Estamos desarrollando también el mobiliario urbano, para que tenga zonas de observación, de reflexión y de recreación, con una pérgola educativa para recibir a los estudiantes, pues los queremos en nuestro programa educativo; construiremos una cabaña para los guardabosques”.

A futuro, la meta es el retorno de la vida silvestre. “Tendremos un conteo físico de especialistas que van a fotografiar a las especies que regresan, y tenemos una alianza internacional con una empresa que levanta, por medio del ADN de la tierra, los datos de los animales, aunque sean microscópicos; y, por último, un indicador de eficiencia que nos muestre cuánto cuesta el mantenimiento de cada metro cuadrado de un espacio como este”.

Los suelos, a veces subestimados, son el motor de los bosques, en palabras de Fiallos. “Estamos pensando cómo debe ser la ingeniería en las ciudades, cómo se deben construir las calles para que sean permeables, y puedan capturar el agua de lluvia, que de otra manera crea inundaciones, que es lo que le pasa a Guayaquil con ‘cinco minutos’ de lluvia”. Este redondel será uno de los primeros espacios permeables de la ciudad, con drenajes rápidos para que el agua pase a capas de suelo muy parecidas a las de los bosques originales.

Lo mismo pasa con los arbustos, los cuales se cree que son solo ‘monte’. “Para haber llegado a ser matorral, a tener esas características, tuvo que pasar por un proceso de evolución; aguantar ese estrés hídrico de seis a ocho meses en que no llueve es algo asombroso”. Pero si no hay hierba, no hay arbustos, y si no hay arbustos, no hay mariquitas, y si no hay mariquitas, hay plagas. ”Toda esa cadena está rota, y hay que comenzar a restaurar los eslabones”.

Fiallos reconoce que no todos tienen el privilegio de haber crecido, como ella, en contacto con la naturaleza, y con personas que le enseñaran a respetarla. “Yo entiendo que no la aprecien como yo la aprecio, y por eso necesitamos estos laboratorios vivos, son los únicos que pueden permitir que la gente que no va al bosque, que no hace excursiones, que no es aventurera o tiene miedo a la inseguridad, tenga un bosque frente a su casa”. (I)