Estimados lectores, ¿cuántas veces habrán presenciado peleas entre hermanos?, ¿cómo se resuelven esas diferencias?, ¿es más común en la niñez o en la adolescencia?, ¿ha visto usted casos de adultos que mantienen rivalidades durante toda su vida?

De seguro las respuestas dirán que las rivalidades entre hermanos son un fenómeno común en muchas familias y pueden tener un impacto significativo en la dinámica familiar a tal punto de que se llegue a competir permanentemente o a generar envidias que los acompañarán toda la vida.

Hay que tener en claro que es normal que en la niñez los hermanos compitan por la atención de los padres, el cariño, los juguetes que se prestan, el espacio que comparten, entre otros.

En la niñez las peleas y discusiones son una característica común en las relaciones entre hermanos que rivalizan, pueden sentir celos o envidia del éxito o atención que el otro recibe, lo que puede dar lugar a sentimientos de insatisfacción y amargura. Muchas veces los padres pueden comparar involuntariamente a sus hijos, lo que refuerza la rivalidad y puede dañar la autoestima de los niños y proyectarse en el futuro inseguridades.

Esos sentimientos negativos pueden acumularse con el tiempo, lo que puede resultar en una relación tensa y en resentimiento entre los hermanos.

Cuando los padres no distribuyen de manera equitativa la atención, el tiempo y los recursos entre los hijos, puede desencadenar la idea de que existe un hijo favorito, lo que puede dar lugar a conflictos debido a la falta de comprensión mutua.

Eventos como el nacimiento de un nuevo hermano, divorcios o mudanzas pueden aumentar la rivalidad debido a la ansiedad y el estrés emocional que conllevan.

Es muy necesario comprender que las causas que generan rivalidades y competencia entre hermanos son una parte normal del desarrollo infantil, pero debemos estar atentos a que esa fase sea superada, ya que si en la adolescencia y en la adultez las rivalidades persisten, eso es indicador de que no se ha fomentado la comunicación dentro del hogar y que los miembros de la familia no han podido expresar sus sentimientos y preocupaciones con libertad, escuchar a cada hijo en sus diferentes fases de la vida, entender las diferencias de personalidad y los cambios que se van dando en el tiempo.

Definir reglas familiares que se aplican de manera justa y consistente a todos los hermanos. Esto ayuda a evitar la percepción del favoritismo y establecer consecuencias para comportamientos inapropiados o agresivos.

En lugar de comparar, celebre las fortalezas y logros individuales de cada hijo. Esto puede fortalecer los lazos entre ellos.

Dedique tiempo individual para fortalecer la relación y evitar que se sientan desplazados.

Los padres deben servir como modelos de comportamiento positivo, mostrando respeto, empatía y resolución de conflictos adecuada.

Evite resolver los conflictos entre los hermanos tomando partido. En su lugar, actúe como mediador imparcial.

Si las rivalidades entre hermanos persisten o se vuelven demasiado intensas, considere buscar la ayuda de un terapeuta familiar para abordar el problema de manera más profunda. (O)