En La Floresta, sobre la calle Isabel la Católica, está Clara, un nuevo restaurante que enriquece la oferta gastronómica de Quito, propiedad de tres chefs y empresarios que tienen ya otros restaurantes exitosos. Con Clara incursionan en cocina de autor, partiendo de recetas y platos clásicos.

Algo interesante que uno debe notar en un restaurante de este nivel es el primer plato que ponen en su mesa, por lo general la cortesía de la casa, sea un entremés o un pan. Casi siempre, el plato define cómo será la comida que seguirá. El pan de masa madre que nos trajeron estaba fantástico, con una costra delgada y dura, probablemente al grill, con un rico ahumado, poroso en el interior.

La cocina es vista y tremendamente amplia, teniendo una barra de cocteles en el extremo opuesto, la cual es agradable para unos aperitivos o para la sobremesa. Han manejado bien la iluminación. Un experto decorador de restaurantes me decía que el secreto para manejar la iluminación en estos sitios es saber distinguir qué partes del restaurante deben ir a media luz, cuáles casi sin luz y qué segmentos, por lo general muy pocos, deben estar muy iluminados. Solo los muy necesarios. El buen manejo de la luz en un restaurante genera una atmósfera especial.

Clara tiene muy buenos precios para el nivel de su comida y de su servicio. Este último es de primera. Encontramos en nuestra anfitriona todo lo que debe tener y saber la persona que atiende, gentil, eficiente, con perfecto conocimiento de la carta, la cocina y la oferta del restaurante.

La carta es corta, con catorce platos a escoger, entre entradas, fuertes y postres.

Comenzamos con un sudado de pescado sour curry. Guayaipe, con pasta sour curry tailandesa, almejas y arroz, quizá el plato más débil del menú debido a la falta de fortaleza de la salsa.

El tiradito Jipijapa, en cambio, estuvo excepcional. De albacora ahumada, leche de tigre de maní y soya, cítrico, y maní partido, con láminas de aguacate y aceite de oliva. La textura del atún la logran madurándolo. Es un plato completo, con capas de sabores y diferentes texturas

El tartar de res con tuétano de sacha vino con demi glace, pan tostado.

Otro plato muy bien logrado fueron los canelones rellenos de pato confitado, con pechiche, bañados en salsa de foie gras. Bien pensado y bien ejecutado. No es fácil lograr que el foie no cubra todo el sabor de un plato. Complejo, potente.

El postre fue una tarta de chocolate, toffee de garum y crema fraiche. Atrajo nuestra atención la incorporación del garum, antiguo caldo romano, salado, a base de pescado. No sentimos su sabor en el postre en cuestión. Sin embargo, el toffee estaba perfecto, combinando bien con la crema.

Clara ofrece una buena experiencia, con un buen valor para su precio.

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